miércoles, 8 de febrero de 2012

Revolución


En la última ordenación, al diccionario de don Juan Corominas le tocó el octavo anaquel, la gloria, lo más alto de la estantería. (Y lo más incordioso de consulta: he tenido que arrimar el sillón, descalzarme, subirme a él y mantener el equilibrio sobre cuatro ruedas difíciles de gobernar, pues —impelidas por sendos sistemas de fuerza que dirigen en un sentido, en una dirección y a una velocidad concretas, resultado de una compleja ecuación de equilibrios, pesos y medidas— cada una muestra sus propias querencias de movimiento y siempre está uno en el tris de malcaer y tatuarse el cuerpo de magulladuras.)

La palabra ‘revolución’ no viene en la tercera edición muy revisada y mejorada del breve Corominas que he bajado del estante, de “reverberar” salta a “rey”. Don Joan no se interesó por la revolución.

Amo esta isla, soy del Caribe

Toda revolución comienza con lucha. Con movimiento en sentido contrario o distinto al dominante.
Si consentimos la mentira sobre la realidad que vivimos y conocemos, mal les irá, no a los mentirosos, sino a los engañados, a los embaucados.

sigue llenando este minuto
de razones para respirar

Toda revolución es violenta, pero lo violento no significa, por naturaleza, por etimología, con armas y con sangre. Revoluciones armadas y sangrientas son las más habidas, pero también las hubo, y ha de haberlas, pacíficas, sin derramas de sangre y cárceles, ni exilios ni humillaciones.

te prometo que al despertar
tu mirada me hará feliz

Pretender gobernar el mundo y la vida de los ciudadanos —ser dueños y señores de naturaleza y sociedad—, es una insensatez perjudicial para la salud, aunque mayor insensatez me parece no revolucionarse y dar una lección a los insensatos que nos quieren tener en su puño de por vida.

Dónde yo nací
Dónde me crie
Dónde me formaron
¡Caramba,
cómo vine aquí!

La riqueza no puede estar muy repartida porque pierde valor. Eso piensan los ricos podridos. El dinero no es demócrata. Está por encima de todo. Es el ser poder. El omnipotente. El deseado. El supremo. El hacedor. El escondido. El primero. El último. El glorificado. El señor de la luz y las tinieblas, de los cielos y de los vientos, de los campos y las selvas, de las aguas, de los astros, de los animales y de los hombres. El valor de los valores. El fraude de los fraudes. La trampa. La idolatría.

Un homenaje a las ausencias
lo llena todo con tu presencia.

El otro día oí en la radio a un militante histórico de las comunidades campesinas andaluzas, entrevistado a propósito de las declaraciones del vástago de los Alba que añora tiempos feudales y siervos de la gleba: Hemos aceptado que hay tipos que compran el planeta, las sierras, los llanos, los bosques o las lagunas. No nos rebelamos contra esa ilegalidad: Cómo que usted ha pagado o recibido en herencia tal predio, cómo que toda esta finca es suya, ¿porque ha firmado papeles ante notario? Cómo que los campos y las aguas, las aves, las bestias y los hombres tienen dueño.

Si no nos rebelamos, nos revolucionamos, estamos condenados a la usura y avaricia de los adinerados.

Los ricos nos hacen ver qué se puede hacer con dinero, pero no abren el puño y lo reparten.

Si olvidamos la palabra revolución, apaga y vámonos.

lunes, 6 de febrero de 2012

Juicios y evidencias


Revisionismo histórico frente  a negacionismo, he ahí el caso que nos ocupa. El negacionismo es una distorsión ilegítima de la realidad y se vale, entre otras prácticas, de la falsificación de documentos, invención de motivos y consecuencias, adjudicación a otros de falsas conclusiones, manipulación de datos y tergiversación en la traducción de textos de otras lenguas. Hay negacionistas del holocausto judío, del armenio, de Ruanda y de los gulags rusos. También de las represalias franquistas.
Negar los datos que obran en la Audiencia Nacional sobre más de ciento catorce mil personas fusiladas y enterradas en fosas comunes es una chulería sarcástica que no debe pasarse por alto. ¿Cómo admitir a juicio que alguien niegue lo evidente y fehaciente?
Un sindicato cuyo nombre no voy a decir reivindica en su página web la libertad,  la justicia, la igualdad y el pluralismo político. En el quiénes somos del menú principal se presenta como un sindicato independiente, “no hipotecado por nada ni por nadie”, que además de por los derechos de sus afiliados promete luchar por la transparencia y la dignidad de los poderes públicos, y contra la corrupción política o económica que “lesione el interés público o general”.
Lo del no hipotecado por nada ni por nadie es para escamarse: un sindicato sin ideología, sin “idea” que defender, sin reivindicación, ni postura, ni valores de partida. ¿Como el viento libres? ¡Uy, qué peligro!
Hace unos días, en El Intermedio del Gran Wyoming, un muñeco que figuraba al comandantín —Paca, la culona, en versión Queipo de Llano— vociferaba contra la disgregación de los nacionalismos separatistas, cantaba canciones patrióticas y celebraba a los dictadores. Lo hacía frente a la sede del tribunal que juzga a Baltasar Garzón por prevaricar en el caso de su acusación de crímenes contra la humanidad, genocidio y violación de derechos humanos al aparato franquista responsable de la guerra civil y de la violenta, sistemática,  represión posterior. Hay muchos mayores en nuestro país que tienen memoria. Algunos de ellos declaran estos días en una sala de la Audiencia Nacional: hablan de su madre o de su padre, de hermanos, familiares y conocidos a los que un día se los llevaron para fusilarlos y  malenterrarlos en cualquier sitio.  Son más de 114.000. ¿Van a recuperar su individualidad y su dignidad personal o permanecerán sin reconocer en las fosas comunes? Lo primero es de justicia. Lo segundo es lo que pretenden quienes acusan al juez Garzón de prevaricador.
Quienes han llevado a juicio al juez son el supuesto sindicato ultraderechista cuyo nombre no diré, la falange eterna de las jons y una asociación entre cuyos objetivos primeros está el de “redescubrir la nación”. Estas organizaciones fueron orientadas sobre cómo hacer más efectiva la denuncia y el daño por un juez de apellido Varela, el mismo Luciano Varela que ha sentado en el banquillo a Garzón y lo juzga estos días. ¡Viva la imparcialidad de la justicia! ¡Esto sí que es redescubrir el país! Como se ve, en España todavía hay quien pretende legitimar con el derecho a quienes provocaron una guerra civil e impusieron una despiadada posguerra.
Los responsables han muerto, pero se les puede juzgar in absentia y condenar sus crímenes. Ese era, creo, el propósito de Garzón, que recogía, pienso, el de muchos miles de compatriotas que aún no han visto una decidida declaración institucional, de la Corona, del Ejército, del Parlamento y del Senado, de la Iglesia, que condene a los responsables de las fosas comunes, del exterminio de izquierdistas, del encarcelamiento, la persecución, la humillación, el  silencio y el exilio de tantos españoles.
¿Quién es el prevaricador? ¿el acusado o el acusador? El acusador niega la realidad: asesinar a miles y miles de españoles bajo acusación de izquierdistas nunca pasó, no hubo tales hechos, eso es una invención. Que hubo represalias inmediatas y posteriores al 18 de julio de 1936 no lo negará ningún historiador solvente, y si se atreve, que empiece documentándose en los archivos municipales y judiciales. Los de Torrecampo, por ejemplo, y hallará testimonio de la limpieza franquista.
El silencio no cierra las heridas. Ni el tiempo, como se ve en este caso; lo hace la recuperación de la dignidad y del derecho a que descendientes y ciudadanos solidarios puedan honrar a sus desaparecidos.