La segunda novela de la heptalogía, Ilona llega con la lluvia (1988), redondea más al protagonista, aunque ignoremos su patria, desconozcamos aspecto físico, ni tengamos elementos para imaginar su rostro. Maqrol el Gaviero gana en identidad, porque vamos conociendo más hechos de su vida, pero conforme a su naturaleza errante y a su variedad de oficios no deja de ser un personaje escurridizo, rebelde a toda fijación.
Dedicada a Leopoldo, hermano del autor, y precedido de dos citas, una del poeta chileno Gonzalo Rojas, y otra, en francés, extraída de Enfance, de Gorki, encontramos primero el prólogo de un narrador que ha conocido “de cerca y por muchos años” al Gaviero, al que le ha oído también muchas historias, algunas de las cuales nos presenta aquí. Destaca este narrador amigo la actitud existencial, y moral, de Maqrol, ajustada a las circunstancias del presente, sin preocupación alguna por el pasado o por el futuro.
Siguen luego seis capítulos, seis
historias, centrada cada una en un aspecto diferente de la estancia del protagonista
en Panamá, que es el leitmotiv de la novela. La primera historia se
titula «Cristóbal», nombre de la ciudad panameña atlántica a la que llega el
protagonista a bordo del carguero Hansa Stern, cuyo capitán, Winfried
Geltern, conocido por Wito, centra el discurso retrospectivo del Gaviero, que
lo admira —“Hablaba todos los idiomas de la Tierra con una fluidez desarmante”—
y al mismo tiempo considera que su vida y empresas ilustran la experiencia del
fracaso.
En «Panamá», el Gaviero llega a la
ciudad del canal, donde ha de recurrir a vender objetos robados para malvivir
en la pensión de lujo Astor. Es uno de los momentos valle de su vida.
Días de introspección, días de soledad y tragos de vodka helado en un bar de
barrio... hasta que llegaron las lluvias.
Y con un aguacero que lo obligó a
buscar refugio en el vestíbulo de un hotel comienza la historia de «Ilona»,
Ilona Grabowska, una vieja conocida, camarada de cama y de negocios. Desde el
primero —en Ostende—, hasta este último en Panamá, los encuentros de ambos han
estados presididos por la lluvia. Con Ilona llegan también días de sexo, de tragos
y de tranquilidad hasta que la mengua del dinero que Ilona ha aportado exige actividad.
Una actividad que se desarrolla en
«Villa Rosa y su gente», la cuarta historia: una lección práctica de cómo montar
y explotar un burdel de altos vuelos en la ciudad de Panamá. Ilona y el Gaviero
son unos extraordinarios aventureros, sí, pero tienen muy claras sus ideas
sobre la manera de sacar dinero con las menos ataduras posibles a horarios,
leyes y convenciones de cualquier naturaleza.
En «Larissa», conocemos la vida,
viajes y fantasmas eróticos de una de las trabajadoras de Villa Rosa. Con la
última historia, «El fin del Lepanto», conocemos el desenlace de la empresa
del burdel y nos quedamos a las puertas de un nuevo viaje del Gaviero a bordo
del Fairy of Trieste.
Como buena novela de viajes, en Ilona
llega con la lluvia encontramos una sugestiva geografía marinera: Nueva
Orleans, Belice, Cartagena de Indias, Campeche (México), islas Antillas,
Chipre, el Adriático, Singapur, Kuala Lumpur, San Francisco, Isla de Man,
Macao, Alicante, canal de La Mancha, costa de Bretaña, Marsella, Rabat, Oslo,
Ciudad del Cabo… Multiplicidad de espacios por los que se mueven nuestros
protagonistas, que se ve correspondida con la multiplicidad de oficios que les
vamos conociendo: contable en el Hansa Stern, contrabandista de armas y
explosivos en el Mediterráneo oriental, vagonero de enfermos en el Hospital de
las Salinas, fogonero en un mercante de pieles, vendedores de alfombras para un
banco suizo, traficantes de oro, de perlas, de banderines de señales marítimas
trucados para avisarse entre los barcos contrabandistas, vendedora de productos
cosméticos fabricados con algas marinas, propietaria de un restaurante
vegetariano, de un cabaret de estriptis, de una tienda de ropa exclusiva.
Esa errancia física y laboral es
la seña de identidad de ambos personajes. Digo ambos, Maqrol el Gaviero e
Ilona, pero debería hablar de esa fratría de tres que completa el amigo Abdul
Bashur, hasta ahora constantemente evocado por Ilona y por Maqrol. En los tres
personajes alienta el mismo espíritu aventurero, idéntica indiferencia por la
vida reglada y las convenciones. He aquí unas palabras referidas a Ilona, que
también encajan en el carácter del Gaviero y de Abdul: “una radical sedición
contra toda norma escrita y establecida […] subversión permanente, orgánica y
rigurosa, que nunca permitía transitar por caminos trillados, sendas gratas a
la mayoría de las gentes, moldes tradicionales en los que se refugian los que
Ilona llamaba, sin énfasis ni soberbia, pero también sin concesiones, «los
otros»”.
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