Las recaídas son terribles. Anoche, después de cenar, ocho cigarrillos. Cortar amarras definitivamente. Una dependencia innecesaria, evitable. Los tabaquistas acabamos adictos, confesos y convictos, atados a un galeón de humo. Personaje en busca de sí mismo con un cigarrillo en la boca: esa es la humosa cadena del empedernido, el título de su composición favorita.
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