viernes, 1 de agosto de 2008

El día a día

Esta tarde he logrado una victoria importante. En el bar Estación, mientras me tomaba un gintonic viendo a la selección de Francia contra la de Suiza, un conocido me ofreció un winston. Simplemente dije, no, gracias. No me costó trabajo.
-¿Ya no fumas?
-Lo he dejado hace unos días.
Luego pensé que podía hacer aceptado el pitillo y, autoengañándome, convencerme de que uno no importa. Podía haberlo hecho pero no lo hice. He tomado una decisión y apechugo con ella.

Otra razón –importante, y mucho- para dejar el humo es mi mujer. Ya que no he logrado otros triunfos en la vida, al menos podrá ofrecerle éste.

Aparte la presión en la zona occipital y la somnolencia –me quedo dormido como un viejecito-, otro síntoma evidente de mi desenganche es la continua sensación de hambre. Ayer comí con voraz apetito cinco veces: desayuno (té, pan con aceite), fruta a media mañana (dos melocotones), almuerzo, un plato de natillas a las cinco de la tarde y cena (pechuga de pavo y ensalada de gulas).
Uno sigue llevando su vida de antes sólo que evita algunas tentaciones y busca hábitos más saludables. Quitarse del tabaco no es quitarse de los amigos, como alguno que conozco.

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