viernes, 17 de abril de 2009

¡Hija de Mnemósine!


 Conforme va uno cumpliendo años en el oficio, cree menos en la inspiración y más en la disciplina del mester, en el esfuerzo y en la constancia. La dichosa musa, ¿a quién y cuándo se le aparecerá?
 No hay inspiración sin aplicación. Sin investigación ni experimentación. Sin horas de mesa y trabajo en soledad. Ni sin algo más…
 Los escritores somos como los toreros. No digo ahora del escalafón, que lo hay como en todas partes, sino de las faenas: salen inspiradas unas, rebosantes de torería y saber estar (como aquellas que elogiaba el maestro Joaquín Vidal: parar, mandar y templar), goce del torero y gozo del aficionado; otras faenas salen del montón, como la de cualquier compañero del oficio: vistas dos, vistas todas; alguna, incluso, para olvidar: de aliño y con infame bajonazo. Los toreros, como los escritores, tienen sus tardes.


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