Que un poeta muera ignorado por sus contemporáneos, es lo más triste que se despacha en literatura.
¿Qué poeta no ha soñado alguna vez morir joven e incomprendido, y que al cabo de los años alguien recupera sus versos, los estudia, los valora y los da a leer de nuevo, y es entonces cuando se lo reconoce y ubica en su justo lugar del parnaso? Descubrimiento tardío se llama. Y haberlos, haylos.
Esta vida póstuma tiene su romanticismo, su magia, y su misterio: recuperar la voz, el don más preciado del poeta, en un tiempo que ya no es el suyo, florecer —esa es la magia— en el espíritu de un lector del futuro. Por ahí viene el misterio: quién, cómo será, en qué tierra, en qué días vivirá.
Por ese clavo de la posteridad, se quema cualquier poeta del montón de centenares que somos.
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Pero tú no eres uno del montón. Espero que seas reconocido en vida, que te disfruten otros hoy, no sólo unos pocos.
ResponderEliminarA ver cuándo leemos tu próximo poemario.
Un saludo, al lado del mar.