martes, 18 de octubre de 2016

A la una de la madrugada


¡Por fin solo! Sólo se oye el rodar de algunos fiacres rezagados y derrengados. Durante unas horas seré dueño del silencio, si no del reposo. ¡Por fin! La tiranía de rostro humano ha desaparecido y solamente sufriré por mí mismo.
         ¡Por fin me está permitido reposar en un baño de tinieblas! Primero, doble vuelta a la cerradura. Creo que este golpe de llave aumentará mi soledad y fortificará las barricadas que ahora me separan del mundo.
         ¡Horrible vida! ¡Horrible ciudad! Recapitulemos la jornada: haber visto a varios hombres de letras, uno de los cuales me ha preguntado si se podía ir a Rusia por vía terrestre (sin duda pensaba que Rusia era una isla); haber discutido generosamente con el director de una revista, que a cada objeción respondía: «Este es el partido de las gentes honestas», lo que implica que las demás publicaciones están redactadas por granujas; haber saludado a una veintena de personas, quince de las cuales me eran desconocidas; haber repartido apretones de mano en la misma proporción, y eso sin la precaución de haberme comprado unos guantes; haber subido, por matar el tiempo durante un chaparrón, a casa de una acróbata que me ha pedido que le diseñe un traje de Venustre; haberle hecho la corte a un director de teatro, que me ha dicho al despedirse: «—Haría usted bien en dirigirse a Z…; es el más pesado, el más tonto y el más célebre de mis autores, con el que quizá podría llegar a un acuerdo. Vaya a verlo y luego ya veremos»; haberme vanagloriado (¿por qué?) de varias acciones ruines que nunca he cometido, y haber negado cobardemente villanías que he perpetrado con alegría, pura fanfarronada, faltas de respeto humano; haberle negado un favor fácil a un amigo y haber recomendado por escrito a un perfecto granuja; uf, ¿he acabado ya?

         Descontento de todos y descontento de mí, quisiera redimirme y enorgullecerme un poco en el silencio y la soledad de la noche. ¡Almas de aquellos a los que he amado, almas de aquellos a los que he cantado, fortalecedme, ayudadme, alejad de mí la mentira y los vahos corruptores del mundo, y tú, Señor Dios mío, concédeme la gracia de crear algunos hermosos versos que me prueben a mí mismo que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a aquellos a los que desprecio!

Retrato de Baudelaire por Gustave Courbet

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