sábado, 8 de abril de 2017

Un hemisferio en una cabellera (XVII)


          Déjame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tu pelo, hundir mi rostro en él, como un hombre sediento en una fuente, y agitarlo con mi mano como un pañuelo perfumado, para sacudir recuerdos en el aire.
         ¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tu cabello! Mi alma viaja en su perfume como el alma de otros hombres en la música.
         Tus cabellos contienen todo un sueño lleno de velas y de mástiles; contienen inmensos mares cuyos monzones me llevan a climas encantadores donde el espacio es más azul y más profundo, donde la atmósfera está perfumada por las frutas, por las hojas y por la piel humana.
         En el océano de tu pelo entreveo un puerto hormigueante de canciones melancólicas, de hombres vigorosos de todas las naciones y de navíos de toda clase recortando sus complejas y elegantes arquitecturas sobre un cielo inmenso en el que se enseñorea el eterno calor.
         En las caricias de tu pelo me encuentro la languidez de las largas horas pasadas en un diván, en el camarote de un hermoso navío, acunado por el vaivén imperceptible del puerto, entre macetas y búcaros refrescantes.
         En el ardiente hogar de tu cabello respiro el olor del tabaco mezclado con el opio y con el azúcar; en la noche de tu cabello veo resplandecer el infinito del azul tropical; en las riberas vellosas de tu pelo me embriagan los olores mezclados de la brea, el almizcle y el aceite de coco.
         Déjame morder mucho tiempo tus trenzas negras y espesas. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.

Retrato de Jeanne Duval, por Édouard Manet.

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