viernes, 17 de enero de 2020

El tirso (XXXII)


A Franz Liszt

         ¿Qué es un tirso? Según el sentido moral y poético, es un emblema ritual en la mano de los sacerdotes o de las sacerdotisas que celebran a la divinidad de la que son los intérpretes y servidores. Pero físicamente es un palo, un simple palo, vara de lúpulo, tutor de la vid, seco, duro y recto. Alrededor de esa vara, en meandros caprichosos, juegan y se divierten tallos y flores, sinuosos unos y fugitivas las otras, colgadas como campanas o como copas al revés. Y una asombrosa gloria nace de esta complejidad de líneas y de colores, tiernos o resplandecientes. ¿No es como si la línea curva y la espiral le hicieran la corte a la línea recta y bailaran a su alrededor con muda adoración? ¿Como si todas esas corolas delicadas, todos esos cálices, explosiones de olores y de colores, ejecutaran una mística danza alrededor de la hierática vara? Y quién será, sin embargo, el imprudente mortal que se atreva a decidir si las flores y los pámpanos han sido hechos por la vara, o si la vara solo es el pretexto para mostrar la belleza de los pámpanos y de las flores. El tirso es la representación de tu sorprendente dualidad, maestro poderoso y venerado, querido Bacante de la Belleza misteriosa y apasionada. Jamás ninfa alguna, exasperada por el invencible Baco, sacudió el tirso sobre las cabezas de sus enloquecidas compañeras con tanta energía y capricho como tú agitas tu genio sobre los corazones de tus hermanos.
         La vara es tu voluntad, recta, firme e inquebrantable; las flores, el paseo de tu fantasía alrededor de tu voluntad; el elemento femenino que ejecuta alrededor del macho sus prestigiosas piruetas. Línea recta y arabesco, intención y expresión, rigidez de la voluntad, sinuosidad del verbo, unidad de propósito, variedad de medios, amalgama todopoderosa e indivisible del genio, ¿qué analista tendrá el detestable valor de dividirte y de separarte?
         Querido Liszt, a través de las brumas, más allá de los ríos, por encima de las ciudades donde los pianos cantan tu gloria, donde las imprentas traducen tu sabiduría, en cualquier lugar en que estés, en los esplendores de la ciudad eterna o en las brumas de países soñadores a los que Gambrinus[1] consuela improvisando cantos de placer o de inefable dolor, o confiando al papel tus complejas meditaciones, cantor de la Voluptuosidad y de la Angustia eternas, filósofo, poeta y artista, ¡yo te saludo en la inmortalidad!






[1] Gambrinus es un héroe de las leyendas europeas y un icono de la cerveza y de su fabricación, así como de la jovialidad. Canciones, poemas e historias lo describen como un rey, duque o conde de Flandes y Brabante.​ Generalmente lo representan  como un personaje orondo y barbudo, que sostiene una jarra de cerveza o una taza y, algunas veces, con un barril de cerveza cerca.

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