lunes, 15 de junio de 2020

Los beneficios de la luna


        
    La Luna, que es el capricho mismo, miró por la ventana mientras dormías en tu cuna, y se dijo: “Esta niña me gusta”.
            Y bajó suavemente su escalera de nubes y atravesó sin ruido los cristales. Luego se tendió sobre ti con la dulce ternura de una madre, y dejó sus colores en tu rostro. Tus pupilas siguieron verdes, y tus mejillas extraordinariamente pálidas. Al contemplar a aquella visitante, tus ojos se abrieron de extraña manera; y ella te apretó con tanta ternura la garganta que desde entonces has tenido ganas de llorar.
            Sin embargo, en la expansión de su alegría, la Luna ocupó toda la habitación como una atmosfera fosfórica, como un veneno luminoso; y toda aquella luz viva pensaba y decía: “Sufrirás por siempre la influencia de mi beso. Serás bella a mi manera. Amarás lo que yo amo y lo que me ama: el agua, las nubes, el silencio y la noche; el mar inmenso y verde, el agua informe y multiforme, el lugar donde no estarás, el amante que no conocerás, las flores monstruosas, los perfumes que hacen delirar, los gatos que se pasman sobre los pianos y que gimen como las mujeres, con una voz ronca y suave.
            Y serás amada por mis amantes, cortejada por mis cortesanos. Serás la reina de los hombres de los ojos verdes a quienes también he apretado la garganta en mis caricias nocturnas; de aquellos que aman el mar, la mar inmensa, tumultuosa y verde, el agua informe y multiforme, el lugar donde ellos no están, la mujer que no conocen, las flores siniestras que parecen incensarios de una religión desconocida, los perfumes que trastornan la voluntad, y los animales salvajes y voluptuosos que son los emblemas de su locura.
            Y por eso, maldita querida niña mimada, estoy ahora tendida a tus pies, buscando en toda tu persona el reflejo de la temida Divinidad, de la fatídica madrina, de la nodriza envenenadora de todos los lunáticos.

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