Nº 4 de la calle Herschel (París), domicilio de Rubén Darío |
El poeta permanece alojado en el hospital, y allí reciben las visitas de Francisca Sánchez y su hermana. Los gastos médicos, más los de alojamiento y manutención del matrimonio, mermaron drásticamente su economía hasta el punto de que después de mes y medio, Antonio Machado, que ha renunciado a su beca y decide incorporarse cuanto antes a su cátedra en el instituto de Soria, se ve obligado a recurrir a Rubén Darío para que los ayude a salir del paso:
Querido y admirado maestro:
Le supongo al tanto de nuestras desventuras por Paca y Mariquita que tuvieron la bondad de visitarme en este Santuario. Leonor se encuentra algo mejorada y los médicos me ordenan que me la lleve a España, huyendo del clima de París que juzgan para ella mortal.
Así pues, yo he renunciado a mi pensión y me han concedido permiso para regresar a mi cátedra; pero los gastos del viaje no me los abonan hasta el próximo mes en España.
He aquí mi conflicto. ¿Podría V. adelantarme 250 o 300 francos que yo le pagaría a V. a mi llegada a Soria?
Tengo algunos trabajos para la Revista que le remitiré sí usted quiere. Le ruego que me conteste lo antes posible y que perdone tanta molestia a su mejor amigo.
Antonio Machado. Faubourg Saint Denis 200-Maison de Santé.
El poeta nicaragüense responde inmediatamente a la urgencia, y cinco días más tarde la pareja ya está en Irún, desde donde el poeta le envía una postal:
Querido y admirado maestro:
He tenido que partir de París en circunstancias muy apremiantes y me ha sido imposible despedirme de usted, como hubiera sido mi deseo. Voy camino de Soria en busca de la salud para mi mujer. Mucho le agradecería que hiciera que enviaran la Revista y las pruebas de mi artículo, que yo le devolvería corregidos. (Soria-Instituto).
Mil abrazos de su invariable amigo que no le olvida.
Antonio Machado.
La enfermedad de Leonor y la larga estancia en el hospital, los apuros de dinero, el abandono precipitado de París, colmaron la antipatía de Antonio Machado por París. Nunca regresó el poeta a la ciudad, ni recreó aquellos días amargos, como si no los hubiera vivido.
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