miércoles, 15 de noviembre de 2023

La España de San Jamás

 España no se vende, se defiende. Huelga general. Asesino. Dictador. Yo soy nazi. Esta es nuestra policía. Canalla. Tiparraco. A prisión. No nos callaremos hasta hablar en unas elecciones y que todos podamos otra vez votar. Porque lo que está haciendo es lo contrario de lo que hemos votado. Le tienen miedo a las urnas. Los españoles tenemos derecho a opinar (Feijóo) nadie discute tal derecho; otra cosa es que el balance general de la votación del 23 de julio haya resultado favorable al progresismo. 23F. ETA. El Imperio. Banderas carlistas.¡Queremos votar! Su proyecto es el totalitarismo (Ayuso). Nos encargaremos de devolver golpe por golpe (La misma). Puto defender España. Que te vote Txapote. Yo soy español. Cabrón. Traidor. Hijo de puta. La Constitución destruye la nación. Basura golpista. España cristiana, no musulmana. Golpe de estado. No vamos a estar callados, no vamos a hincar las rodillas, vamos a levantarnos en defensa de la libertad y la separación de poderes (Moreno Bonilla). Si nos quitan la patria, nos quitan la libertad. Vamos hacia una dictadura. [Pedro Sánchez] tendría que irse de este país en un maletero (Tellado). El maricón de Marlasca. ¡Ladrones, guerracivilistas! ¡Sánchez, golpista, estás en nuestra lista! Que quede claro que somos franquistas porque fue la mejor época habida en España, y si no lo haces valer eres un maricón. No es una sede [Ferraz], es un puticlub. Hay que pasar de las palabras a los hechos. ¡¡¡Acuérdate que Judas se ahorcó, toma nota!!! Cánticos falangistas. Rezos. Saludos nazis. Exaltación del fascismo. ¡A por ellos! Gobierno ilegítimo. Amenazas. ¡Viva Cristo Rey!

Ante tales declaraciones, barbaridades e insultos difundidos por televisiones, periódicos, radios y redes sociales, me pregunto en qué España quieren vivir quienes estos días se reúnen en calles y plazas del país con la excusa de la amnistía a independentistas y policías encausados en el procés, y confieso mi miedo y mi repulsa más absoluta a la España que propugnan:

Una España con una constitución de hierro que niega el derecho a la peculiaridad histórica, cultural y lingüística.

Una España privatizada y sin servicios públicos en educación, sanidad, atención a los mayores…

Una España católica, de rosario y misa diaria, libre de infieles.

Una España de raza blanca, sin inmigrantes económicos (pobres).

Una España de familias como Dios manda: padre, madre, hijos.

Una España heterosexual de hombres viriles y mujeres sumisas.

Una España de partido único.

Una España presta y pronta a las armas para defender los sagrados valores de la patria.

Una España vengativa y movida por el odio, el desprecio y la persecución de las personas de izquierdas.

Una España donde los sucesivos gobiernos monocolor actúen en contubernio con sus señorías de la judicatura y el gran empresariado.

Una España donde no se tolere la discrepancia ni el espíritu crítico.

Una España que favorezca a las ricos y privilegiados y exprima inmisericorde al resto de la sociedad.

Una España donde impere la posverdad, establecida por los grandes timoneles del partido y de la nación.

Una España de inquebrantable pensamiento unánime que haga realmente innecesario el voto en las urnas.

Una España, en fin, que vuelva a ser una unidad de destino en lo universal, signifique lo que signifique tal proclama.

***

Tras las elecciones del 23 de julio, la mayoría de votantes (12.610.939) optó por políticas de diálogo y progreso, frente a una minoría (11.270.025) cerrada, incapaz de establecer avenencia con otras fuerzas políticas, reaccionaria y nostálgica de lamentables tiempos pretéritos.

La derecha tiene mal perder. No sigue las reglas del juego cuando está en la oposición, pues se cree con el derecho adquirido de mantenerse siempre en el gobierno de la nación. No asume sanamente la derrota electoral, considera que el oponente ‒y quienes le votan‒ le han arrebatado ilegítimamente el poder que por designio divino le corresponde. Su actitud como oposición parlamentaria es desleal, no arrima el hombro en situaciones críticas sino zancadillea, busca la bronca, la crispación, insulta, ofende, distorsiona y menosprecia.

Espero que nunca sea realidad esa España antidemocrática reclamada estos días por la derecha más incivil, que exalta el nazismo y la intolerancia, que amenaza y odia al distinto. No, no quiero vivir en una España gobernada por PP y Vox. No quiero recortes, sino aumentos, en derechos civiles y en servicios públicos. No quiero otra vez caralsolistas ni gerifaltes. Y no renuncio a la utopía de un Estado que procura el bienestar común y considera a sus ciudadanos, antes que sumisos votantes o meros consumidores, personas con derecho a la felicidad.

En los primeros años setenta, el grupo Aguaviva cantaba «La casa de San Jamás», una maravillosa canción que hablaba de un lugar mágico y feliz, en un país donde las puertas dormían siempre abiertas. Como lugar y tiempo idílicos y soñados ‒los dorados siglos que echaba de menos Don Quijote‒ aquel San Jamás utópico nada tiene que ver con el aludido en el título de este artículo, que remite a una España que jamás debería volver.

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