viernes, 1 de agosto de 2008

Día tercero

Me he despertado varias veces por la noche. Era la madame. Comprendo su insistencia. Es un jugador que no sabe perder.
Corto paseo matutino con la perra. Ligero dolor bajo el omóplato derecho. Tendencia a fruncir el ceño y considerarlo todo desde el malhumor. El señor Ceño echa de menos su racioncita de veneno y le sale el carácter endiablado.
Desayuno: té, pan recién horneado y aceite de oliva. Somnolencia constante. He dado unas cabezadas mientras leía la biografía de Antonio Machado, otro endemoniado por el humo.

Una reconcentración de espíritu, pero no la mala follá de otras ocasiones. Uno está ocupado en su tarea, atento a los golpes de la madama y no ha de haber distracción alguna, pues aprovecha el menor resquicio para abrirse paso hacia la victoria.

Otro concepto del tiempo: una hora no se cuenta ya por los cigarrillos, por las colillas en el cenicero. El reloj corre de otra manera, ralentizado, a su propio tempo y ritmo, no al de las caladas.

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