Franz Kafka publicó en vida seis libros más uno, que, en la edición que manejo de sus obras completas, suman 187 páginas. Si añadimos -ese es el “más uno”- la aparición póstuma en agosto de 1924 de Un artista del hambre, cuyas pruebas llegó a corregir en el sanatorio de Kierling, el número de páginas no llega a las 230: un volumen endeble en comparación con lo que después se ha publicado, cerca de 1500 páginas, sin contar los diarios, la correspondencia y otros escritos varios.
Los seis volúmenes que Kafka vio publicados fueron Contemplación (2), El fogonero (3), La metamorfosis (3), La condena (3), En la colonia penitenciaria y Un médico rural. Entre paréntesis he indicado el número de ediciones o reimpresiones; cuento la publicación, primero en revista y luego en volumen independiente, de narraciones como La metamorfosis y La condena. La leyenda del Kafka pirómano que no quiso legar sus escritos a la posteridad existe todavía, pero es eso, leyenda. Al ejemplar libro de Joachim Unseld remito al lector: Franz Kafka. Una vida de escritor (Anagrama, Barcelona, 1989).
Con la excepción de El fogonero, conocido hoy como El desaparecido, primer capítulo de la póstuma Amerika, la mayoría de los textos que Kafka publicó en su vida –excepto Los aeroplanos de Brescia, El primer largo recorrido en tren (Praga-Zúrich), El jinete del cubo, Mucho ruido y las conversaciones con el orante y con el borracho-, antes lo fueron en periódicos, suplementos, revistas y almanaques literarios de Múnich, Praga, Leipzig, Berlín y Viena. El suscriptor de la revista Hyperion que hojeara el ejemplar de enero-febrero de 1908 ya debió quedarse con el nombre de aquel cuervo que miraba distraídamente desde una ventana, igual que los praguenses judíos que en el Selbstwehr del 7 de septiembre de 1915 leyeran la parábola del campesino que no se atreve a pasar la puerta de la ley.
Contando bien y tarde –escribo a las tres de la madrugada del 1 de septiembre de 2008- Kafka no firmó más de 30 textos en vida. 29 me salen esta noche, muchos de ellos repetidos hasta alcanzar la cincuentena. Me refiero a sus escritos literarios públicos, no a las entradas de sus diarios, ni a sus cartas, ni a sus informes como abogado en el Instituto de Accidentes Laborales del Reino de Bohemia. Kafka publicó poco y bien. Pero escribió más y mejor. Sus contemporáneos se perdieron el delirante proceso a Josef K, las vicisitudes americanas de Karl Rossmann o la historia del agrimensor que jamás verá a los señores del castillo... y algunas otras líneas memorables, como diría el ciego de Buenos Aires.
Eso es todo por esta madrugada, amigos, aquí acaban las publicaciones en vida de Franz Kafka. No más de 30 cuentos. Dejo para otro momento historias del Kafka póstumo: testamentos, traiciones, delaciones, pérdidas, hallazgos y herencias.
Los seis volúmenes que Kafka vio publicados fueron Contemplación (2), El fogonero (3), La metamorfosis (3), La condena (3), En la colonia penitenciaria y Un médico rural. Entre paréntesis he indicado el número de ediciones o reimpresiones; cuento la publicación, primero en revista y luego en volumen independiente, de narraciones como La metamorfosis y La condena. La leyenda del Kafka pirómano que no quiso legar sus escritos a la posteridad existe todavía, pero es eso, leyenda. Al ejemplar libro de Joachim Unseld remito al lector: Franz Kafka. Una vida de escritor (Anagrama, Barcelona, 1989).
Con la excepción de El fogonero, conocido hoy como El desaparecido, primer capítulo de la póstuma Amerika, la mayoría de los textos que Kafka publicó en su vida –excepto Los aeroplanos de Brescia, El primer largo recorrido en tren (Praga-Zúrich), El jinete del cubo, Mucho ruido y las conversaciones con el orante y con el borracho-, antes lo fueron en periódicos, suplementos, revistas y almanaques literarios de Múnich, Praga, Leipzig, Berlín y Viena. El suscriptor de la revista Hyperion que hojeara el ejemplar de enero-febrero de 1908 ya debió quedarse con el nombre de aquel cuervo que miraba distraídamente desde una ventana, igual que los praguenses judíos que en el Selbstwehr del 7 de septiembre de 1915 leyeran la parábola del campesino que no se atreve a pasar la puerta de la ley.
Contando bien y tarde –escribo a las tres de la madrugada del 1 de septiembre de 2008- Kafka no firmó más de 30 textos en vida. 29 me salen esta noche, muchos de ellos repetidos hasta alcanzar la cincuentena. Me refiero a sus escritos literarios públicos, no a las entradas de sus diarios, ni a sus cartas, ni a sus informes como abogado en el Instituto de Accidentes Laborales del Reino de Bohemia. Kafka publicó poco y bien. Pero escribió más y mejor. Sus contemporáneos se perdieron el delirante proceso a Josef K, las vicisitudes americanas de Karl Rossmann o la historia del agrimensor que jamás verá a los señores del castillo... y algunas otras líneas memorables, como diría el ciego de Buenos Aires.
Eso es todo por esta madrugada, amigos, aquí acaban las publicaciones en vida de Franz Kafka. No más de 30 cuentos. Dejo para otro momento historias del Kafka póstumo: testamentos, traiciones, delaciones, pérdidas, hallazgos y herencias.
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