. El domingo último de marzo fui de los que pasaron frío –sólo al principio- en el patio del convento de Pedroche, mientras se le reconocía a Pedro Tébar su hermosa Canción de la madre del agua. La noche anterior había dejado el libro en el capítulo del niño grupero y tenía ganas de acabarlo, así que después del protocolo y de un cigarrillo, de una copa de tinto y unas lonchas de ibérico, dejé el lugar con la intención de pasar una tarde tranquila en casa, terminar el libro y recomendar aquí su lectura, pero los trasgos se pusieron a enredar y hasta ahora no he podido acudir a estas páginas.
. No se cuenta tan bien el ser y el imaginario de una gente sin paciente estudio ni madura sensibilidad.
. Historia y leyenda: literatura fundacional: este viejo país del bosque de encinas convertido en territorio universal, en espacio mítico levantado con el saber y la memoria personal, y con el recuerdo -el acervo- colectivo.
Y con los papeles amarillentos de viejas crónicas lugareñas.
. Un país de leyendas de aparecidos y desaparecidos, de seres que obran prodigios, de miedos y oraciones ancestrales. Un país también donde hubo guerras y llegaron soldados de lejanos lugares que hablaban extrañas lenguas y a los que había que matar porque eran el enemigo.
. Entreverada asoma también la protesta, la denuncia, de un narrador – y supongo de un autor- de izquierdas.
. No el plañideo quejicoso, el “cualquiera tiempo pasado fue mejor” o el “esto ya no es lo que era”. No paraíso perdido, sino encontrado.
. Verdad y belleza en el qué y en el cómo: en el asunto y en las palabras con que se cuenta.
. La canción de PT está llena de vida: en las cocinas de las casas, en las esquinas donde se juntan las comadres, en los callejones que se pierden en lo oscuro, en las plazas donde juegan los niños, junto a los pozos, en las herrerías y en los tabucos de los zapateros, en los caminos y en las cañadas de la sierra.
. Un mundo natural en la plenitud de su ser, de su poder. Una mágica relación: experiencia, superstición, fantasía. Con los árboles y las hierbas, con el lobo y las lechuzas, con las nubes de tormenta y con los cuatro vientos.
. Un realismo mágico que ya existía antes de que García Márquez descubriera Macondo.
. Es una gozada leer un buen libro.