miércoles, 28 de febrero de 2018

Humana condición


            Leo, leo. Y cada vez me quedo más pasmado ante el enigma humano. ¡Qué cosas tan extraordinarias hemos sido capaces de pensar y escribir en todos los idiomas y tiempos sobre nuestra condición sin mejorarla lo más mínimo.
Miguel Torga, Diario, II



sábado, 24 de febrero de 2018

El crepúsculo vespertino


     

      Cae el día. Una gran calma se hace en los pobres espíritus fatigados por el trabajo del día y sus pensamientos toman ahora los colores tiernos e indecisos del crepúsculo.
         Sin embargo, desde lo alto de la montaña llega a mi balcón a través de las nubes transparentes del anochecer un gran aullido formado por una multitud de gritos discordantes que el espacio transforma en lúgubre armonía, como la de la marea que sube o la de una tormenta que se despierta.
         ¿Quiénes son los infortunados a los que no calma el anochecer, y que toman, como los búhos, la llegada de la noche como una señal de aquelarre? Este siniestro ulular llega desde el sombrío encaramado en la montaña y por la tarde, fumando y contemplando la tranquilidad del inmenso valle salpicado de casas cuyas ventanas dicen “¡Aquí está la paz ahora! ¿Aquí está la alegría de la familia!”, puedo, cuando el viento sopla de allí arriba, acunar mi pensamiento, sorprendido con esta imitación de las armonías del infierno.
         El crepúsculo excita a los locos. Recuerdo que tuve dos amigos a los que el anochecer ponía enfermos. Uno de ellos ignoraba toda relación de amistad y cortesía, y maltrataba como un salvaje al primero que se le acercaba. Yo lo he visto arrojarle a la cabeza  a un camarero un magnífico pollo en el que creía ver no sé qué insultante jeroglífico. La tarde, precursora de profundas voluptuosidades, le estropeaba lo más suculento.
         El otro, un ambicioso herido, conforme avanzaba el día se tornaba más agrio, más sombrío, más impaciente. Indulgente y sociable por la mañana, por la tarde era despiadado, y no lo era solamente con los demás, consigo mismo ejercitaba rabiosamente su manía crepuscular.
         El primero murió loco, incapaz de reconocer a su mujer y a su hijo; el segundo lleva en sí la inquietud de una enfermedad permanente, y aunque fuese gratificado con todos los honores que puedan conferir las repúblicas y los príncipes, creo que el crepúsculo todavía encendería en él la ardiente manía de distinciones imaginarias. La noche, que llevaba tinieblas a su espíritu, lleva luz al mío; y aunque no sea raro ver que la misma causa engendra dos efectos contrarios, me tiene intrigado el asunto y me alarma.
         ¡Oh, noche! ¡Oh, refrescantes tinieblas! ¡Sois para mí la señal de una fiesta interior, sois la liberación de una angustia! ¡En la soledad de las llanuras, en los laberintos de piedra de una ciudad, temblor de estrellas, explosión de linternas, sois el fuego de artificio de la diosa Libertad!
         ¡Crepúsculo, qué dulce y tierno eres! Los reflejos rosados que arrastran por el horizonte como la agonía del día bajo la opresión victoriosa  de su noche, las luces de los candelabros que manchan de un rojo opaco las últimas glorias del anochecer, los pesados cortinajes que una mano invisible trae desde las profundidades del Oriente, imitan todos los complejos sentimientos que luchan en el corazón del hombre en las horas solemnes de la vida.
         Se diría, también, uno de esos vestidos extraños de bailarina en que una gasa transparente y sombría deja entrever los esplendores atenuados de una falda brillante, igual que bajo el negro presente se transparenta el delicioso pasado, y las estrellas vacilantes de oro y plata de que está salpicada representan esos fuegos de la fantasía que solo arden bien bajo el luto profundo de la Noche.

jueves, 22 de febrero de 2018

¿Llegamos pronto a Sevilla?


Hace hoy 79 años, el miércoles 22 de febrero de 1939, sobre las tres y media de la tarde, moría Antonio Machado en una de las habitaciones de la primera planta del pequeño hotel Bougnol-Quintana, en el pueblecito costero francés de Collioure, a donde había llegado el 28  de enero junto a su madre, Ana Ruiz, su hermano José y la mujer de éste, Matea. La frase que titula este texto es lo que la madre del poeta le preguntaba al oído a Corpus Barga, que la llevaba en brazos desde la estación, pues además de la movilidad, la pobre había perdido también el sentido de la realidad.
A las imágenes dantescas del medio millón de españoles republicanos que colapsaron las carreteras hacia Francia durante aquellos nefastos días de tramontana, lluvia, nieve y derrota, a las estremecedoras crónicas sobre el terreno que los periodistas extranjeros iban transmitiendo a los periódicos, se unen los relatos particulares de quienes acompañaron y acogieron a la familia Machado en tan dramáticas jornadas: el escritor Corpus Barga, el fonetista Tomás Navarro Tomás, el propio José Machado, Jacques Baills, el joven jefe de estación de Colliure por entonces, la señora Juliette Figueres, dueña de la mercería en que los Machado descansaron un rato, y la señora Quintana, regente del hotel, cuyos testimonios están recogidos por Jacques Issorel en Collioure 1939. Les derniers jours d’Antonio Machado, publicado por la Fundación Antonio Machado de Collioure en 1982, cuya lectura recomiendo vivamente.

Paseo desde la estación al centro de Collioure


El primer libro que leí de Antonio Machado fue el volumen número 16 de la colección RTV de Salvat, una antología, que acabó descuadernada por completo pues las hojas no iban cosidas, sino a la americana, y a la primera que abrías el libro más de la cuenta, crujía el lomo y se desprendían las hojas. Algunos de sus versos sonaban antiguos, pero me parecía un poeta moderno que hablaba de cosas que me interesaban —la infancia, los sueños y las galerías del alma, sus conversaciones con las tardes, con las fuentes—, y que sabía filosofar en verso. El tiempo cambió su estética, pasó por ella ensanchándola, abriéndola a nuevos horizontes: del intimismo romántico a lo social, del yo a los otros, y a la denuncia, a la crítica de unos valores vacuos que sustentaban una sociedad inculta, capaz en ocasiones de los peores crímenes (La tierra de Alvargonzález), responsable del atraso ideológico y moral del país. Si Valle había enfrentado la historia española a los espejos deformantes del Callejón del Gato, Antonio Machado puso a Castilla, símbolo de España, frente a un espejo bien pulido que devolvía una imagen real del paisaje y del paisanaje. Su lirismo no ocultaba ni idealizaba, nos enfrentaba a la cruda realidad de una nación ideológica y moralmente muerta, que no ofrecía esperanza de progreso a sus hijos.

Local donde estaba la mercería de la señora Figueres

Sensato, sensible, inteligente, pacífico, generoso, el autor de los Proverbios y cantares es modelo de poeta y modelo también de hombre del pueblo, de ciudadano que no renuncia a su ética, a los valores institucionistas, laicos, progresistas y republicanos en que se educó. ¿Qué poetas españoles gozan de ese doble prestigio moral y lírico?
Los últimos ocho años de la vida de Machado corren paralelos a los de la II República. Desde el fervor y la exaltación popular del 14 de abril de 1931, cuando el poeta recorre en manifestación las calles de Segovia hasta la plaza Mayor y asoma al balcón del Ayuntamiento en la que recién ondea la bandera republicana, a los amargos días de la retirada, el proceso es similar: las distintas fases de la derrota militar republicana se corresponden con un progresivo deterioro físico del poeta, que llegó en las últimas a territorio francés.

Hotel Bougnol-Quintana en la actualidad


Con fecha 9 de febrero, Machado escribió desde el hotel una carta a José Bergamín, que comienza así:
“Muy querido y admirado amigo:
Después de un éxodo lamentable, pasé la frontera con mi madre, mi hermano José y su esposa, en condiciones impeorables (ni un solo céntimo francés) y hoy me encuentro en Collioure, Hôtel Bougnol-Quintana y gracias a un pequeño auxilio oficial con recursos suficientes para acabar el mes corriente. Mi problema más inmediato es el de poder resistir en Francia hasta encontrar recursos para vivir en ella de mi trabajo literario o trasladarme a la URSS donde encontraría amplia y favorable acogida.” El mayor poeta español de su tiempo, comparable en Francia a Paul Valèry, como le explicó Corpus Barga al jefe de los gendarmes fronterizos tratando de conseguir un coche, cruzó la frontera literalmente con lo puesto y un paraguas. Agravados sus problemas de asma y de corazón por las caminatas bajo la lluvia y la fría tramontana, con paso torpe, demacrado, envejecido como 20 años, Machado llegó exhausto al hotel, del que salió muy poco, un par de veces hasta la cercana playa, y algún paseo por la plaza arbolada cercana al hotel.

Playa de Collioure

La Placette. A la izquierda, el hotel Quintana

Dos días después de Antonio, murió la madre. Ambos fueron enterrados en el nicho particular que una familia ofreció. Años más tarde, a iniciativa del activista gerundense Josep Maria Corredor, exiliado en Perpiñán, se realiza una campaña de suscripción popular y en julio de 1958 los restos de Machado y su madre se trasladan a la actual tumba.

Tumba actual

Desde entonces ha habido intentos de trasladar los restos del poeta a España, cosa que a muchos nos parece un despropósito —¿Dónde se depositarían, por cierto? ¿En Sevilla, donde nació? ¿En Madrid, donde se educó y trabajó en sus últimos años? ¿En Soria, donde se casó con Leonor? ¿En Baeza, donde procuró olvidar el dolor de aquella muerte? ¿En Segovia, donde se enamoró de Giomar?—, pues a medio plazo se olvidaría que el grandísimo poeta Antonio Machado murió pobre y en el exilio, expulsado del país por quienes acabaron con el sueño republicano.
La tumba en Colliure es una lección permanente de historia española que no podemos olvidar. Hay que guardar memoria de aquella guerra que prendieron los franquistas, de aquellos días terribles de la retirada y la derrota, contar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos por qué Antonio Machado está enterrado en Colliure.



Última carta manuscrita de Machado

martes, 20 de febrero de 2018

Lluvia


Lluvia en la tarde.
Dulce melancolía
empapa el alma.



viernes, 16 de febrero de 2018

Vida, estilo

     
    Baudelaire puso a la vida, a la calle, en sus escritos. No hizo nada del otro mundo. Todo lo contrario. Ese fue su atrevimiento y su modernidad: hacer literatura con la vida que él llevaba y con la que veía a su alrededor.
*
     
     El mejor estilo es el que no se nota.

*
     Los estilistas acaban siendo amanerados.

*

martes, 13 de febrero de 2018

17 sílabas


La flor del haiku:
en diecisiete sílabas
se abre la vida.

Los haikus son los chupitos de la lírica, sólo que no hacemos muecas ni chascamos la lengua al degustarlos. Su efecto es sedante, una dosis de serenidad y reflexión, un concentrado de palabras elementales, naturaleza y conexión emotiva con el mundo. 


Tengo que escribir



   «¿Tengo que escribir?» Escarbe en su interior hasta encontrar una respuesta profunda. Y si ésta es afirmativa, si puede usted replicar a esa grave pregunta con un fuerte y sencillo «Sí», no dude en plantearse su vida en razón de esa necesidad, porque en ese caso su vida habrá de ser, hasta en su hora más indiferente y nimia, manifestación y testimonio de esa necesidad. Luego acérquese a la naturaleza. Luego intente decir, como si fuera el primer hombre, lo que ve, lo que vive, lo que ama, lo que pierde.
(Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta)

lunes, 5 de febrero de 2018

No dejes


No dejes ir un día
sin cojerle su secreto, grande o breve.
Sea tu vida alerta
descubrimiento cotidiano.
Por cada miga de pan duro
que te dé Dios, tú dale
el diamante más fresco de tu alma.

            (Juan Ramón Jiménez, Eternidades)