miércoles, 25 de junio de 2025

La flor del trujimán

La Trifolia triloquens habita las oquedades de las paredes interiores de los pozos y florece cada tres años en lo más crudo del invierno. Su uso está documentado por el copista anónimo de un pequeño cenobio visigodo del siglo VII ubicado en la Sierra de Mogábar: Flos eloquentiae in convento Mogabar a librariis usus est.

A comienzos del siglo IX, en su tractatus sobre las hierbas y plantas de Fash-el-Ballut, Anselmo El Herbolario nos ofrece la receta –1/2 libra de romero en polvo; 1 onza de raíz de chicoria; ½ cuartillo de aguardiente de retama; 1 dedal de aceite de almendras dulces; ½ dracma de enebro; y tres flores secas pulverizadas de Trifolia loquens; todo en un cocimiento con 1 cuartillo de vino blanco– utilizada por los bibliotecarios del convento Mogábar, que proporcionaba durante un ciclo lunar el don de lenguas en hebreo, arameo y griego, tiempo que aprovechaban para pasar al latín textos de viejos pergaminos de asunto vario.


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