jueves, 24 de diciembre de 2009
Ensalada navideña
lunes, 21 de diciembre de 2009
Hilos y estratos de la historia
martes, 8 de diciembre de 2009
Tópicos profesionales
Imagen: http://gremios.ih.csic.es/artesanos/images/stories/Ilustraciones/zapateros_b.jpg
Imaginemos una tarde como esta misma en que escribo, una tarde de hace muchos años, allá por los cuarenta. Una tarde fría y gris de otoño, con el silencio señoreándose por las calles solitarias del pueblo, iluminadas apenas por tristes barras de luz escasa y titubeante. Desde las chimeneas de las casas se elevan apacibles penachos de humo que pronto se disuelven en la penumbra neblinosa. Pronto será noche cerrada. A esta hora acuden los vecinos con su platillo de aluminio a comprar unas sardinas y unos tomates en conserva para la cena. La niña, Juana, ayuda a su padre a despachar. De vez en cuando echa una mirada risueña al rincón en que dos viejos compadres llevan bebiendo desde mediodía.
viernes, 25 de septiembre de 2009
Intelectuales / Comerciales
miércoles, 23 de septiembre de 2009
I hope that i don't fall in love with you
Reconócelo, la luz del momento, la calle solitaria, el leve temblor en la glicinia y las antenas, la música, la misteriosa voz que sientes en tu pecho, te han puesto un poco filósofo, un poco triste, un poco poeta...
Pero de pronto miras por la ventana y descubres una estrella más allá de los tejados y del horizonte, sola, brillante en el inmenso azul cada vez más oscuro. Y te quedas un rato mirándola, divagando en tus cosas, a solas con tu soledad... hasta que caes en la cuenta: quedan veinte minutos para que se enciendan las luces de la casa... para que ella venga.
domingo, 13 de septiembre de 2009
Primeros testimonios del humo
Y los dos ponian en las ventanas de las nariçes é el otro en el humo é hierva que estaba ardiendo ó quemándose; y estaban muy lisos é bien labrados, y quemaban las hojas de aquella hierva arrebujadas ó envueltas de la manera que los pajes cortesanos suelen echar sus ahumadas: é tomaban el aliento é humo para sí una é dos é tres é mas veçes, quanto lo podían porfiar, hasta que quedaban sin sentido grande espacio, tendidos en tierra, beodos ó adormidos de un grave é muy pessado sueño. Los indios que no alcanzaban aquellos palillos, tomaban aquel humo con unos cálamos ó cañuelas de carrizos, é á aquel tal instrumento con que toman el humo, ó á las cañuelas que es dicho llaman los indios tabaco, é no á la hierva ó sueño que les toma (como pensaban algunos). Esta hierva tenian los indios por cosa muy presçiada, y la criaban en sus huertos é labranzas para el efeto que es dicho; dándose á entender que este tomar de aquella hierva é zahumerio no tan solamente les era cosa sana, pero muy sancta cosa. Y assi cómo cae el caçique ó principal en tierra, tomanle sus mugeres (que son muchas) y echanle en su cama ó hamaca, si él se lo mandó antes que cayesse; pero si no lo dixo é proveyó primero, no quiere sino que lo dexen estar assi en el suelo hasta que se le passe aquella embriaguez ó adormecimiento. Yo no puedo penssar qué plaçer se saca de tal acto, si no es la gula del beber que primero haçen que tomen el humo ó tabaco, y algunos beben tanto de çierto vino que ellos haçen, que antes que se zahumen caen borrachos; pero quando se sienten cargados é hartos, acuden á tal perfume. E muchos también, sin que beban demassiado, toman el tabaco, é haçen lo que es dicho hasta dar de espaldas ó de costado en tierra, pero sin vascas, sino como hombre dormido. Sé que algunos chripstianos ya lo usan, en espeçial algunos que están tocados del mal de las búas, porque diçen los tales que en aquel tiempo que están assi transportados no sienten los dolores de su enfermedad, y no me paresçe que es esto otra cosa sino estar muerto en vida el que tal haçe: lo qual tengo por peor que el dolor de que se excusan, pues no sanan por eso.
Al presente muchos negros de los que están en esta cibdad y en la isla toda, han tomado la misma costumbre, é crian en las haçiendas y heredamientos de sus amos esta hierva para lo que es dicho, y toman las mismas ahumadas ó tabacos; porque diçen que, quando dexande trabajar é toman el tabaco, se les quita el cansançio."
sábado, 12 de septiembre de 2009
Mohínos
No se preocupen quienes nacieron o viven en Alcaracejos, que no trataré en esta entrada de gentilicios populares; tampoco de ese vistoso pájaro de larga cola celeste que suele volar apandillado, ni siquiera del mulo de negro hocico. Por motivos que más adelante se verán, me interesa ahora la mohinez en cuanto afecto o estado anímico y en tanto manifestación del destino, que en ambos ámbitos se sumerge esta palabra que le tomamos a los árabes hispanos, quienes transformaron el clásico mahīn (vilipendiado, ofendido) en el muhín padre de nuestro mohíno.
Para quienes gusten de las precisiones temporales y espaciales, mi interés por esta palabra sobrevino hace unas horas, poco después de las seis de esta tarde, a la puerta del hotel Las Gaviotas, en Benalmádena. Después de comprobar en varias recepciones que o no disponían de habitación o el precio sobrepasaba nuestro presupuesto seguimos con el coche por la antigua carretera de la costa y maldito el momento en que vi el reclamo de Las Gaviotas, cuya entrada desde la carretera, un desnivel de cuatro metros en apenas cinco de distancia, imponía pavor, pues con el vehículo inclinado más cerca de la vertical que de la horizontal, parecía que iba a ingresar uno en el mundo avernal, y bien podía sustituirse el nombre del hotel por las famosas palabras que Dante vio inscritas a la entrada del infierno: Perded toda esperanza al traspasarme.
Ella me preguntó cómo iba a salir de allí y le dije que no se preocupara. El recepcionista nos dio nones, me puse de nuevo al volante, avancé unos metros y detuve el coche antes de hacer la maniobra: primero debía girar en ángulo recto hacia la izquierda, con cuidado de no rozar los vehículos aparcados enfrente y a la derecha, ni el murete que quedaba a mi mano izquierda; luego, con el coche hacia arriba en un ángulo de 50 º tenía que ascender una infame rampa –trampa- de cinco metros, con precaución de no invadir la inmediata carretera, no nos llevara por delante otro vehículo. Sentí el aviso en el estómago: No lo saco de aquí, le dije a ella. Vamos, me contestó, sabes lo que tienes que hacer.
Primera, soltar embrague, acelerar y frenar justo en la línea, pero nanay: el motor zumbaba acelerado, el coche cayó un tramo hacia abajo y se caló. En el estómago me saltaban ya cien canguros y el corazón latía en ametralladora.
Al segundo intento el desastre dio la cara, el coche volvió a rodar hacia abajo, se oyeron roces de chapa y crujidos y la rueda delantera quedó atrapada con el murete de mi izquierda. Saltaron las alarmas y los aspavientos de ella, que salió del coche, miró los daños y se llevó las manos a la cabeza. Para ese momento, los inútiles acelerones habían llamado la atención de un grupo a nuestras espaldas, que sin duda empezó a cruzar apuestas. Una mujer que pasaba nos dijo que el otro día le ocurrió lo mismo; otro señor, que había esperado atentamente a que yo acabara la maniobra, siguió su camino, no sin antes mover la cabeza de un lado a otro dando a entender el carroceril destrozo. Sin darle más vueltas, bajé del coche, le dije a ella que lo sacara y subí hasta la carretera para avisarle cuándo.
Con pericia, sin dudar, sin que el coche reculara un centímetro, con un acelerón controlado y sostenido, lo sacó del atolladero y lo dejó con suavidad arriba del todo, listo para seguir la marcha. En ese momento, del grupo que tomaba cervezas al lado y contemplaba el incidente salieron unos aplausos fuertes y sinceros y una voz que gritó divertida, quizá porque ganó la apuesta: ¡Ella! ¡Ha tenido que ser ella! ¡Bravo! ¡Bravo!
Cuando cogimos de nuevo la carretera, todavía sonaban los aplausos y los comentarios elogiosos. Yo ya estaba empapado en sudor, me temblaban las manos, no podía articular palabra, sentía mil alacranes en las sienes y los canguros se habían transformado ahora en tropel de elefantes que subían desde el estómago hacia la boca. Un ligero mareo hizo amago, pero encendí un cigarrillo y me sobrepuse.
Al mareo, pero no a la mohinez, que ya se me vino dentro en todo su ser. No sentía humillación por haber sido ella la que resolviera la situación, ni porque hubiera habido espectadores, sino profunda decepción por mi impericia al volante, y preocupación por el daño en el coche.
Un par de kilómetros más adelante, ya conducía ella, nos detuvimos en un último intento de encontrar habitación. El coche apenas tenía nada, un rozón en la aleta delantera y en el tapacubos de la rueda izquierda, una pieza de plástico a la que se le había salido una pestaña, que volví a su sitio sin dificultad, y un pequeño fruncido en la chapa del guardabarros. Casi nada, después del sofocón. Decidimos volver al pueblo.
Hicimos el viaje de vuelta en silencio, desilusionada ella por no haber encontrado habitación, disgustado yo por lo del coche, y triste por la desilusión de ella, rumiando el fracaso de la tarde, viva imagen del volver con el rabo entre las piernas, considerando lo injusto del destino, que, como en el juego de cartas, nos había tomado por mohínos jugando todos los elementos en nuestra contra, cosa que ya debimos de advertir cuando a la salida del barrio donde vive nuestro hijo nos equivocamos dos veces de carretera –no había ninguna señal visible que indicara nuestra dirección- y hubimos de retroceder sobre nuestros pasos cuando no tirar por la trocha antes de aparecer en la famosa Costa del Sol malagueña.
lunes, 7 de septiembre de 2009
4 de septiembre de 2009
Más o menos, esto le dije, rematando con que me hacían sentir y pensar como yo no era, quizá porque las dichas pastillas eran un poderoso antipresivo y yo no estaba deprimido, sino solo en un empeño por dejar la nicotina.
Pero en esto de las panaceas y triacas, amén de los principios activos de las sustancias, manda la naturaleza de cada cual, así como las circunstancias y necesidades del momento, y la que no le va bien a uno, al vecino le cae como a las hojuelas la miel, y pues ya las había comprado y manifestaba su deseo de probar con ellas, le dije que adelante, pero que se observara y al menor síntoma extraño corriera al contenedor, sabedor como Sancho, de que nadie escarmienta por cabeza ajena, y también de que tripas llevan pies, que no pies tripas, quiero decir esperanzado en que con su buena voluntad y mejor intención lograría su propósito.
B. llamaba esta tarde para decirme que llevaba tres días, que el primero le quiso doler la cabeza, que más que animada y espitosa se encontraba como triste, que una amiga suya también había empezado… Consciente de mi papel terapeuta la dejé explayarse en pormenores: viene bien hablar y declarar cuantas más veces mejor la idiotez de ser un empedernido del humo y la determinación de abandonarlo.
Antes de despedirnos y después de animarla a que siguiera en su empeño con un par, le dije que desde ese momento la había convertido en mi corresponsal en Córdoba para los adictos a la nicotina y que iría dando aquí noticias de su rehabilitación.
miércoles, 26 de agosto de 2009
Gramática parda
Clic en la imagen para agrandar.
viernes, 7 de agosto de 2009
Abreviar / Abrevar
Triángulo de las Azores: es más rentable montar una guerra que mantener la paz. La guerra es un negocio, como vender ajos o varillas para los paraguas.
Echa uno de menos la ideología: un país no es solo un mercadillo.
Uno nació optimista, como otros tiquismiquis o hijosdeputa.
miércoles, 5 de agosto de 2009
Verfremdungseffekt
Imagen: solienses.blogspot.com
jueves, 30 de julio de 2009
El lector anónimo
martes, 28 de julio de 2009
La primera vez
jueves, 23 de julio de 2009
Sin nombre, sin rostro
jueves, 9 de julio de 2009
Macroeconomía y estupidez
La semana pasada, junto a dos o tres novelas policíacas prescindibles en mis estantes, hice donación a la biblioteca pública de un ensayo, también prescindible, de André Glucksmann sobre la estupidez. Al día siguiente, entre risas, acertados comentarios y unas cervezas de por medio, unos amigos elogiaron (y me prestaron) otro ensayo sobre la estupidez, que leí esa misma noche y que procuraré añadir a mis estantes -no es que la estupidez esté de moda: estúpidos los ha habido, los hay y los habrá siempre-, para hojearlo de vez en cuando y pasar un buen rato el poco tiempo que se tarda en leerlo, pues el libro no llega a las 90 páginas. Me refiero a Allegro ma non troppo, del economista –y humorista- italiano Carlo Maria Cipolla. Componen el breve volumen dos ensayos, un apéndice de gráficas y un prólogo donde el autor, sólo para empezar, deja claros sus conceptos sobre la tragedia y la comedia del vivir, el humorismo, la ironía y el chiste fácil.
martes, 7 de julio de 2009
A la mano cerrada llaman puño (Homenaje a Pedrogrullo)
De la miseria y de la grandeza del ser humano está escrito todo (en los clásicos, en los modernos y en los contemporáneos). El meollo, la almendrilla de la literatura es, paradoja, lo externo, lo cambiante, la superficie, las palabras: un escritor no es los temas que trata, sino cómo los escribe.
Con los maestros se aprende a explorar otra manera de decir lo que ellos han escrito, y por mucho que a un escritor le guste otro, no puede, no debe, imitarle la manera: escribir es buscar.
viernes, 3 de julio de 2009
jueves, 2 de julio de 2009
Comentario a un comentario
Páginas atrás, un anónimo dejó un comentario en el que me aconsejaba que dejara de escribir y me pusiera a trabajar en un banco.
Debe de tratarse, me dije en primera instancia, de un pope de la literatura, de alguien acostumbrado a que su palabra vaya a misa y siente cátedra y condicione y oriente y decida el quehacer de los escritores de este país; un sumo sacerdote de la crítica, un infalible papa cuyo juicio y sentencia dictamina quién vale y quién no en esto de la escritura. Pero no creo –deduje- que la cosa vaya por ahí: qué hace una vaca sagrada del negocio editorial, un áulico consejero, un ojeador de primera división, visitando –me pregunté- estas páginas de un escritor rural, que sólo es conocido en su casa y por unos cuantos amigos. No puede ser, concluí.
Se tratará entonces, divagué, de un lector empedernido y sensible, de un enamorado de la literatura, que no ha encontrado en mis escritos la grandeza de Cervantes, de Tolstoi o de Baudelaire. Y qué esperaba.
Podía haber seguido especulando, incluso haberle respondido de inmediato con el fin de sacarle o sonsacarle quién era y por qué me aconsejaba ingresar en el gremio de los bancarios, pero decidí no darle más vueltas al comentario: el mundo de la literatura no es distinto al de la música, la pintura o la albañilería: gustos, para todo. Y para todos. Así que no haré ni una cosa ni la otra: seguiré escribiendo y dando clases, como vengo haciendo desde hace más de veinticinco años.
Y valgan de coda –que no de coña- estos versos de Eugenio de Andrade, que tengo presentes en mi vida desde la primera vez que los leí:
NA ESTRADA DE SAN LORENZO DEL ESCORIAL
Pela estrada de S. Lourenço,
a caminho de Madrid,
a tua boca tão perto da minha
que podía seguir
o minucioso trabalho do crepúsculo,
eu falava-te das pequenas praças de Lagos,
dos muros brancos de Cacela,
porque sou um homem que não abdica da luz,
que não abdica, que não
abdica.
lunes, 15 de junio de 2009
De butticula brevitate
En el Campo de la Verdad el verano empezaba cuando mamá nos traía de la plaza el botijito de La Rambla, un bucarillo precioso, blanco, deslumbrante al sol de junio, áspero al tacto, con polvo aún y quizá unas esquirlas de arcilla seca en su interior, que unas veces salían y otras no. Había que curarlo con agua unos días, hasta que aprendiera a sudar y a dar agua fresca, pero ganaba la impaciencia y después del primer enjuague, el piporro entraba en batalla.
jueves, 4 de junio de 2009
martes, 19 de mayo de 2009
Prosa de una tarde de domingo
después de la lluvia y deja un haz
de luz amarilla por la ventana
revolotean los pájaros
en un fondo de nubes blancas
y un soplo fresco mece la copa
del olivo y las glicinias
canta un mirlo por los tejados
en la televisión cuatro alevosos
malvados tienen acorralado al héroe,
un joven informático que ...
dejémoslo ahí ...
miro el reloj, la casa está sola,
enciendo otro cigarro y
vuelvo a mis musarañas ...
pasa lenta la tarde sin ti ...
lunes, 4 de mayo de 2009
Feria de abril en Córdoba
Un librero amigo me dijo a la mañana siguiente que el señor Gala abandonó pronto el real después de cincuenta firmas y adivinar que pocas más iba a echar en vista del escaso público; el sábado por la tarde, antes de mi debut, oí a otra librera amiga decirle al presidente del gremio y organizador del evento el churro de feria que estaba saliendo y que tenían que hablar del asunto en crítica asamblea.
Cuando se acercó apresurado a saludar, el presidente masculló de entrada el si lo sé no vengo y el a mí no me pillan en otra, maldijo luego el jardín –el trajín- en que se había metido, se nos quejó por ser la chacha para todo y súbito desapareció con la urgencia de reponer el papel higiénico en los urinarios. Entre una y otra gestión volvió para decirnos que abreviáramos y que a las siete menos diez, estoconazo y puntilla, que venía Rosa Aguilar con Antonio Gala, que traían seguridad, que los guardias… que a desalojar.
Si no se me había alterado la tensión al conocer que mis libros habían pasado toda la feria metidos en una caja, menos iban a hacerlo ahora las prisas, las figuras y los figurones.
Minutos después de las seis, se anunció por los altavoces y comenzó lo nuestro: sobrio, aplicado, sabiendo estar y cumplir, el peón de briega, Francisco Onieva, el poeta amigo que se ha prestado a apadrinarme en el coso califal. Breve también la faena de uno en el círculo de amigos presentes (más los ausentes presentes in pectore, que también cuentan para el convocante), algo deslucida, sin ángel, quizá porque no llevaba nada escrito, quizá porque el aire abrileño no acompañaba.
Con la guardia comprobando ya la seguridad del recinto y organizando la entrada estelar, abandonamos el real y se nos pasó la tarde en un café hablando a tres tiempos: alguna anécdota de los dieciséis, de nuestras vidas de ahora y de próximos encuentros.
Como no iba uno a la feria a vender, sino a presentar el libro y a estar un rato con sus amigos, volvió a su pueblo más que satisfecho. Ese es el triunfo que me traigo y el mejor recuerdo.
viernes, 17 de abril de 2009
¡Hija de Mnemósine!
Conforme va uno cumpliendo años en el oficio, cree menos en la inspiración y más en la disciplina del mester, en el esfuerzo y en la constancia. La dichosa musa, ¿a quién y cuándo se le aparecerá?
No hay inspiración sin aplicación. Sin investigación ni experimentación. Sin horas de mesa y trabajo en soledad. Ni sin algo más…
Los escritores somos como los toreros. No digo ahora del escalafón, que lo hay como en todas partes, sino de las faenas: salen inspiradas unas, rebosantes de torería y saber estar (como aquellas que elogiaba el maestro Joaquín Vidal: parar, mandar y templar), goce del torero y gozo del aficionado; otras faenas salen del montón, como la de cualquier compañero del oficio: vistas dos, vistas todas; alguna, incluso, para olvidar: de aliño y con infame bajonazo. Los toreros, como los escritores, tienen sus tardes.
martes, 14 de abril de 2009
5
Pero una cosa es la teoría y harina de otro costal la práctica. Desde que tengo uso de razón he visto muchas veces que entre la verdad y el quedar bien, lo segundo interesa más que lo primero. Mala cosa no habituarse a la sinceridad.
Si la verdad duele es porque no estamos acostumbrados a ella. Prefiero una verdad a mil mentiras llevaderas.
*
jueves, 2 de abril de 2009
En el bosque de encinas (Notas de una lectura)
. El domingo último de marzo fui de los que pasaron frío –sólo al principio- en el patio del convento de Pedroche, mientras se le reconocía a Pedro Tébar su hermosa Canción de la madre del agua. La noche anterior había dejado el libro en el capítulo del niño grupero y tenía ganas de acabarlo, así que después del protocolo y de un cigarrillo, de una copa de tinto y unas lonchas de ibérico, dejé el lugar con la intención de pasar una tarde tranquila en casa, terminar el libro y recomendar aquí su lectura, pero los trasgos se pusieron a enredar y hasta ahora no he podido acudir a estas páginas.
. No se cuenta tan bien el ser y el imaginario de una gente sin paciente estudio ni madura sensibilidad.
. Historia y leyenda: literatura fundacional: este viejo país del bosque de encinas convertido en territorio universal, en espacio mítico levantado con el saber y la memoria personal, y con el recuerdo -el acervo- colectivo.
Y con los papeles amarillentos de viejas crónicas lugareñas.
. Un país de leyendas de aparecidos y desaparecidos, de seres que obran prodigios, de miedos y oraciones ancestrales. Un país también donde hubo guerras y llegaron soldados de lejanos lugares que hablaban extrañas lenguas y a los que había que matar porque eran el enemigo.
. Entreverada asoma también la protesta, la denuncia, de un narrador – y supongo de un autor- de izquierdas.
. No el plañideo quejicoso, el “cualquiera tiempo pasado fue mejor” o el “esto ya no es lo que era”. No paraíso perdido, sino encontrado.
. Verdad y belleza en el qué y en el cómo: en el asunto y en las palabras con que se cuenta.
. La canción de PT está llena de vida: en las cocinas de las casas, en las esquinas donde se juntan las comadres, en los callejones que se pierden en lo oscuro, en las plazas donde juegan los niños, junto a los pozos, en las herrerías y en los tabucos de los zapateros, en los caminos y en las cañadas de la sierra.
. Un mundo natural en la plenitud de su ser, de su poder. Una mágica relación: experiencia, superstición, fantasía. Con los árboles y las hierbas, con el lobo y las lechuzas, con las nubes de tormenta y con los cuatro vientos.
. Un realismo mágico que ya existía antes de que García Márquez descubriera Macondo.
. Es una gozada leer un buen libro.
martes, 17 de marzo de 2009
4
Muchas veces la poesía no está en el vocablo pretendidamente poético, retórico, sino en el pellizco emocional de las palabras más cotidianas.
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Perspectivas: donde el hortelano recoge el fruto de su trabajo y el cura ve la mano de Dios, el poeta encuentra la metáfora.
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Además del yo, el escritor tiene al menos cinco personas más –tú, ella o él, nosotros, vosotras, ellos- donde bucear.
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La literatura no tiene dogmas. Sí tradición, pero no como inviolable norma sagrada.
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