viernes, 23 de enero de 2009

Gramática sexo Satán

Anoche, a falta de un libro de gramática, eché mano del buscador en internet y la sorpresa me enarcó las cejas con las primeras direcciones azules que encontré. Eran sitios de contactos personales en la red, ya saben: chica-chico, chica-chica, chico-chica, chico-chico, latinos todos, y orientados al amor posesivo.
Los posesos que uno conoce, salvo (preso) Charles Manson, el satánico por antonomasia de su generación, son de libros o de película. Verdad que alguna vez le han contado de un tal que actuó con furia y muy malas intenciones, como un poseso, pero eso no deja de ser una exageración si el tal poseso no lo está por el demonio.
Dícese de la persona que padece posesión de algún espíritu: esa fue la primera acepción que conocí; luego vino La Niña del Exorcista. Recuerdo que leí la novela y que algún rato me sugestionó y sentí miedo de la presencia del maligno en la noche de mi habitación de Maese Luis.
- Si no crees en Dios –me reconvine-, ¡cómo demonios vas a hacerlo en Belcebú!
Así me los quité y hondeé aquellos dos o tres miedos que me llegaron mientras leía la novela sobre el pestilente.
No me interesaban anoche esos endemoniados. No buscaba a gentes, agentes, poseídas por Pateta, ni médiums, ni macumberos, ni antioraciones para invocarlo. Tampoco buscaba contactos, con tacto, con machos de raza hispana, buenos empaladores ellos, de esos que hacen estremecerse de gusto al poseído.
No demoniaca, no sexual, sino gramática era mi búsqueda en la red: la comprobación de un dato, un dativo, pronominal, antepasado etimológico de nuestro pluriempleado “se”. Cosas de maestros, de aprender y entender en lenguas.
Cuando tecleé y entré, el sexo se me hizo carne prometida, virtual, gratis, sin club, sin registro, con mujeres obedientes, inmediata y sin rodeos: a mí, para mí, por mí, hasta mí, sobre mí, dentro, delante, encima, debajo, detrás de mí.
No eran tales posesivos latinos los buscados, pero reí la coincidencia, la sorpresa y la riqueza, la capacidad de las palabras para disfrazarse con sentidos, con vestidos, tan dispares como la inclinación latina y la declinación de los pronombres. De ti, a ti, para ti.

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