viernes, 7 de junio de 2024

Locus amoenus

Aquella insistencia tuya en conservar memoria de la belleza del lugar. Míralo bien, te decías. La carretera mareante. Lento ya el río camino del mar. Los álamos y los eucaliptos, su leve danza en el atardecer azul. Los pinos, los alcornoques y los madroños, reflejándose en el espejo del agua verde. La ribera espesa. Las umbrías. Guárdalo en la memoria, insistías. El perfume del tomillo. El dulzor de las adelfas.

Allí era la frontera: el pueblo ‒las risas, las canciones, las copas y los besos del verano‒, y la ciudad con su estrecho calendario y sus horarios marcados.

No has vuelto a pasar por allí. Pero esta tarde algo te ha traído el mismo olor a verano, a noche luminosa, a versos calientes de siesta y paseos entre olivos al amanecer. La mucha edad de ahora. La juventud de entonces.


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