lunes, 7 de septiembre de 2009

4 de septiembre de 2009


Mi hermana B. ha vuelto a llamarme. Lo hizo ya el día 1 para preguntarme sobre unas pastillas para dejarlo. El humo, claro. Unas pastillas que cuestan casi 90 euros y que yo tomé en una de mis desintoxicaciones, pero que hube de dejar a las cinco semanas porque me iban llevandito a una depresión en toda regla: la tristeza de corazón, el desánimo ante el mínimo quehacer y un fatalismo existencial me habían anidado y comenzaban a dar tan peligrosas volantadas que me asusté y terminé arrojando a la basura aquellas jodidas pastillas.
Más o menos, esto le dije, rematando con que me hacían sentir y pensar como yo no era, quizá porque las dichas pastillas eran un poderoso antipresivo y yo no estaba deprimido, sino solo en un empeño por dejar la nicotina.
Pero en esto de las panaceas y triacas, amén de los principios activos de las sustancias, manda la naturaleza de cada cual, así como las circunstancias y necesidades del momento, y la que no le va bien a uno, al vecino le cae como a las hojuelas la miel, y pues ya las había comprado y manifestaba su deseo de probar con ellas, le dije que adelante, pero que se observara y al menor síntoma extraño corriera al contenedor, sabedor como Sancho, de que nadie escarmienta por cabeza ajena, y también de que tripas llevan pies, que no pies tripas, quiero decir esperanzado en que con su buena voluntad y mejor intención lograría su propósito.
B. llamaba esta tarde para decirme que llevaba tres días, que el primero le quiso doler la cabeza, que más que animada y espitosa se encontraba como triste, que una amiga suya también había empezado… Consciente de mi papel terapeuta la dejé explayarse en pormenores: viene bien hablar y declarar cuantas más veces mejor la idiotez de ser un empedernido del humo y la determinación de abandonarlo.
Antes de despedirnos y después de animarla a que siguiera en su empeño con un par, le dije que desde ese momento la había convertido en mi corresponsal en Córdoba para los adictos a la nicotina y que iría dando aquí noticias de su rehabilitación.
Luego de colgar me preparé un cubalibre y he aplastado hasta cuatro colillas en el cenicero mientras redactaba esta nota. Ahora saldré a pasear con mi perra la noche de luna llena.

3 comentarios:

Administrador dijo...

El tabaco es como llenarte los dedos de pegamento instantáneo, te llenas el dedo y cuesta quitárselo, solo se necesita perseverancia, paciencia y ánimos.

Juan B. Carpio dijo...

Lamento desanimarte, pero no debes dejarlo porque ¿a quién le iré cogiendo yo, que me quité hace meses, los cigarrillos en la terraza de los Mellizos?

Esther Cortés Bueno dijo...

Últimamente, ¿estás leyendo a los clásicos? Noto algo de ells en el ritmo de tu prosa,las formas, que no en tus obsesiones, digo, preocupaciones. Por otra parte, como interesada en este asunto de abandonos de la nicotina, opino que deberías dejar de fumar públicamente en la terraza de los Mellizos.... Esther Cortés Bueno