viernes, 30 de noviembre de 2012

Corte, coagulación y hemostasia


Fotografía: Roger Viollet

El bisturí eléctrico cauteriza la herida al tiempo que la produce. Esta es la “imagen fundacional” del libro. 

“Recuerdo que al llegar a casa estaba un poco triste, como cuando terminas un libro que quizá sea el último.” Así acaba el viaje interior —por las venas, por las vísceras, por la memoria— del protagonista de este relato terapéutico, con cirugía y psicoanálisis incluidos. 

Una mirada sobre la realidad que recuerda —en el buen sentido de las palabras— a Kafka, y a sus momentos de comicidad por el absurdo (la reunión, con fuga y regreso, en la casa del editor). 

Consideraciones sobre las palabras que utilizamos para hablar de la realidad y de nosotros mismos; sobre la literatura y la escritura, sobre los recuerdos, los sueños y las visiones personales. 

Metalingüística. Metaliteratura. Autobiografía. Ficción. 

La novela no es grandiosa aventura y homérico heroísmo, sino la microilíada, o microodisea, personal e intransferible, que cada individuo lleva dentro. 

La escritura es diván y quirófano, autoanálisis y bisturí. 

Literatura hipocondríaca. 

El niño solitario y curioso se transforma en un hombre neurótico, en un individuo en fuga, en un obsesivo que quiere curarse de su niñez —el frío, la penuria, la soledad—, de esa calle de su infancia en que lleva atrapado toda su vida. 

El yo, la realidad y la irrealidad. La irrupción de lo irreal en lo real. O de lo real en lo irreal. 

¿Realidad en lo irreal? ¿Irrealidad de lo real?


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