Una cuarta de pizarra con los
bordes de madera y el trapito para borrar los palotes y garabatos de tiza. Los
cuadernos de rayas y los trazos pautados con el lápiz. Tercera fase: el
palillero y los plumines, el tintero y el papel secante.
A
primera hora de la mañana, don Luis, el maestro, dirige el cántico del Cara al sol. Luego oficia el rito ayudado
por un alumno de los mayores: el polvo de tinta, el agua, el frasco grande de
cristal, la distribución en los tinteros pupitre por pupitre.
La letra es el
espejo del alma. Un copiado impoluto y de trazos netos es como un niño bien
aseado, repeinado, sonriente, impoluta la ropa y sin jarapilla, un niño
obediente, que ayuda a los necesitados y da limosna a los pobres, uno de esos
niños que cruza el puente de la vida seguro de no precipitarse en el abismo de
los réprobos.
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