martes, 25 de enero de 2022

Arlequín urbano

 Mañana de silencio en las calles y miradas perdidas. Pasos quedos, acolchados, en las aceras húmedas.

Protegido junto a la cristalera de un café, el viejo Arlequín, demacrado, pálido, solo de solemnidad.

Sin máscara esta mañana de lunes con llovizna.

Como un pájaro con las alas lastradas por el barro.

Sentado en un pequeño taburete plegable, erguido, inmóvil como un mimo, con un viejo sombrero sin cinta ya y desalado, las piernas juntas, hundidas las manos en los bolsillos de un raído chaquetón negro con el cuello y las solapas levantadas.

Unas cuantas monedas en un vaso de plástico a sus pies.

Atrapados los ojos allá dentro, en una visión que sólo ellos ven.

Colombina lo ha desterrado ya para siempre de su lado.

Ahí está el viejo Arlequín, sin gracia y sin consuelo, exhibiendo su herida, sin orgullo, sin memoria de los días risueños.

Una expresión en su rostro que no es hambre, ni tristeza, ni amargura, sino un estar vacío, un ir dejándose ir hacia la nada.


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