«La escena parecía el atrezzo de una mala obra de teatro: una carretera, algunos árboles, un sol que blanqueaba las cosas. Allí, en ese decorado mediocre, estaban Josefina y los Cabrera, apretujados en un Hispano-Suiza a cinco kilómetros de la frontera francesa, en medio de ninguna parte. Pero no estaban solos: como ellos, otros muchos ocupantes de muchos vehículos, y otros hombres y mujeres que habían llegado a pie con sus baúles al hombro, esperaban lo mismo. Huían de la guerra: dejaban atrás sus casas; dejaban atrás, sobre todo, a sus muertos, con esa osadía o ese desespero que le permite a cualquiera, aun al más cobarde, lanzarse a la incertidumbre del exilio […] cuando se oyó un murmullo en el aire, y luego el murmullo se convirtió en rugido, y antes de que la familia se diera cuenta, un avión de caza estaba pasándoles por encima, disparándoles con sus ametralladoras».
«Alona y su pequeño, de 11 años, viajaron junto a una docena de vehículos particulares, ahora revisados por soldados ucranianos o guardias de defensa territorial. Muchos recién llegados se preparan para tomar sus maletas y coger algo de comida en un puesto habilitado para recibirlos, cuando un fuerte ruido sobrevuela sus cabezas. Se hace el silencio, la mayoría de la gente se queda paralizada y los niños miran al cielo...».
Ochenta y tres años separan estas dos escenas. La primera pertenece a Volver la vista atrás¹, la novela en que Juan Gabriel Vásquez reconstruye la historia del director de cine colombiano Sergio Cabrera, creador, entre otras, de La estrategia del caracol, y la de su padre, el canario Fausto Cabrera, escritor, declamador, actor y director de teatro. El relato del cruce de la frontera francesa por medio millón de personas en el invierno de 1939 es de sobra conocido en nuestro país. El segundo fragmento está tomado de la crónica enviada desde Ucrania por Gabriela Sánchez y Olmo Calvo al periódico elDiario.es el 19 de abril de 2022.
Ochenta y tres años, e idénticos se mantienen los principales elementos de ambas escenas: familias ‒mayores y niños‒ que huyen de la guerra, hileras de vehículos en los puestos fronterizos, bultos con ropa y comida, los aviones, la dramática incertidumbre ante el futuro más inmediato… Sin embargo, una sutil diferencia, un matiz semántico: los españoles del 39 son exiliados; los ucranianos de 2022, refugiados.
En los dos casos se trata de una migración, es decir, de un desplazamiento geográfico de personas, que no obedece a razones económicas. El exilio español de 1939 fue de índole ideológica: aunque hubiera excepciones, quienes cruzaron la frontera eran republicanos que temían ser represaliados por Franco. No parece este el caso generalizado de los ucranianos que han pasado a otros países vecinos. Habrá entre ellos, sin duda, opositores a las autoridades pro-rusas, pero la mayoría huye para salvar la vida, porque sus ciudades y sus casas han sido arrasadas, porque temen también las represalias de después de la guerra. Así pues, la palabra exiliado incluye una connotación ideológica que no aparece con tanta claridad en refugiado, aunque en ambos casos se trata de un desgarrador expatriarse. Junto al de la pérdida de un ser querido, el sentimiento más doloroso para las personas es el de tener que abandonar el lugar en que vive, la tierra de sus padres, la madre patria.
Nuestra lengua cuenta con otras dos palabras que recogen este hecho de la separación o la salida de la tierra en que se vive. Tuvieron durante siglos una connotación religiosa, relacionada con la historia del pueblo judío, pero en la actualidad términos como éxodo o diáspora han acogido una segunda acepción más general. La primera ‒del griego éxodos, ‘salida’‒ expresa la salida, la marcha o emigración hacia otro lugar de un grupo más o menos numeroso de personas; la segunda encierra una metáfora agrícola ‒la diseminación de las semillas cuando se arrojan para la siembra‒, procede también del griego (diá, ‘a través de’, más el sustantivo spóros, ‘siembra, semilla’) y se refiere a la dispersión de un grupo humano que abandona su lugar de origen, como ocurre hoy con los más de ochenta millones de refugiados que existen hoy en el mundo.
¹ Juan Gabriel Vásquez, Volver la vista atrás. Editorial Alfaguara, Madrid, 2021, p. 42.
No hay comentarios:
Publicar un comentario