jueves, 23 de febrero de 2023

Preposición e ideología

 La expresión «gente bien» se usa en español para referirse a las personas ricas o acomodadas. Remite, por tanto, a una clasificación socioeconómica, a un grupo privilegiado de personas que posee abundantes recursos materiales para su subsistencia, y que poco tiene que ver con la ciudadanía común o trabajadora, con la asendereada clase media, pluralizada en ocasiones como «clases populares». El pueblo llano, la clase trabajadora, no es gente bien.

Al insertar la preposición entre el sustantivo y el adverbio, la construcción cambia de sentido, de ámbito referencial, pues apunta a una categorización moral de las personas. Gente de bien es la gente honrada y de buen proceder. La expresión está emparentada con el galicismo «bonhomía» y con nuestro «hombría de bien», en los que, dicho sea de paso, rechina el sexismo machista, como si de las mujeres no se pudiera predicar su honradez y buenas costumbres.

Cuando el líder de la oposición conservadora pide al presidente Sánchez que deje de molestar a la gente de bien, incurre una vez más en la polarización ideológica, en el o conmigo o contra mí, o eres persona de bien o eres… una mala pécora, alguien deshonesto y de mal proceder, pues te parecen positivas, constructivas, las leyes y medidas ‒subida de las pensiones y del SMI, mayores impuestos a la riqueza, apuesta por la sanidad y la educación públicas, rebaja en los precios de carburantes y electricidad, ayudas a las personas más vulnerables, desbloqueo del CGPJ, ley contra la violación, ley Trans‒, propuestas por el Gobierno de coalición. Frente a la gente de bien ‒salvadora de España, defensora de la libertad‒, la gente antisistema, comunista, bolivariana, antipatriota, rompedora de España.

No entiende uno ese afán negativista y obstructor del conservadurismo, ni la búsqueda perversa de la provocación, el insulto y la crispación, ni su apolillada obcecación en la existencia de dos Españas irreconciliables.

Que en el pasado haya sido así, no nos condena a convertirlo en un presente continuo, sin futuro.


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