viernes, 28 de marzo de 2025

Nuestros vecinos árabes


«El Estado judío que queríamos preparar “allí”, en Palestina, debía fundarse sobre la justicia y el amor altruista entre individuos e incluía, como norma, ofrecer amistad y ayuda a nuestros vecinos cercanos, los árabes». Esto escribía Max Brod, el amigo y albacea de Kafka, recién convertido a la causa del sionismo, diez años antes de abandonar Praga por la ocupación nazi en 1939.

Propugnado por el judío vienés Theodor Herlz, el movimiento sionista ‒regreso a Eretz Yisrael, ‘la Tierra de Israel’‒ comienza a finales del siglo XIX y se intensifica en las primeras décadas del siglo XX, paralelamente al auge del nazismo.

En las palabras de Brod destaca el optimismo y la ingenuidad, un sentimiento de fraternidad, de buenas intenciones y armonía social, propias de una utopía donde reinan la justicia, el amor, el altruismo y la amistad.

Duele ver en lo que se ha convertido aquel amor fraternal judío, aquel sentimiento de buena vecindad, aquella solidaridad con el pueblo árabe.


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