jueves, 5 de septiembre de 2019

A boca


La diosa Fama, de Juan Bautista (Madrid, 1732)
En el diccionario de la RAE leemos que la palabra «locución», además de designar el acto de habla o el modo de hablar de una persona, sirve también para referirse a un grupo de palabras que funcionan como una sola pieza léxica con sentido unitario y cierto grado de fijación formal. Según la clase de palabra a la que equivalen, hay locuciones adjetivas (Fulanito es de cuidado), sustantivas (Encontré mi media naranja en París), verbales (En aquel asunto metí la pata), adverbiales (Sucedió todo de repente), preposicionales (Subimos a bordo del yate), conjuntivas (No ha contestado a pesar de que le dejé un mensaje en el teléfono), o interjectivas (¡Mecachis en los mengues de cartón!).
            En algunos casos —de principio a fin, por ejemplo—, el sentido de la locución se obtiene por la suma de los significados de los elementos que la componen, pero no siempre es así, como ocurre en cabeza de turco, cuyo sentido no se explica por la suma de los conceptos de los dos sustantivos implicados, o en mesa redonda, que designa una forma de debate en la que no es necesaria una mesa de forma circular. Ya saben, los sentidos figurados, los tropos… la creatividad humana.
            El fin de semana pasado leí en El País la expresión «boca a oreja» referida a la transmisión oral de una noticia. Debe de estar de moda, porque la he oído y visto escrita varias veces este verano. Desde el principio me chirrió: qué cortedad de miras, pensé, sí, claro, una boca que habla y una oreja —¿no será el oído?— que escucha: esa es la imagen acústica del «boca a oreja». ¿Y qué ocurre con nuestro boca a boca? ¿Lo vamos a arrumbar en el cajón de los arcaísmos?
            Hay quien piensa que el boca a oreja es lo lógico, que así es como se transmiten los mensajes orales, de emisor a receptor, y no seré yo quien lo discuta. Y quien afirma que estamos ante un catalanismo, boca-orella, y aún más, ante un ante un «falso amigo», pues orella en catalán no debe traducirse como ‘oreja’, sino como ‘oído’, extremo este que no aparece en el diccionario manual catalán-castellano del que dispongo. Aunque podría tratarse igualmente de un galicismo, pues los franceses disponen de la locución de bouche à oreille para referirse a la transmisión oral y en confidencia, o de manera oficiosa, de algo, que no es exactamente el sentido de nuestro boca a boca, sino que está más cerca del secreto a voces, de lo que se cuenta bajo palabra de no contárselo a nadie más pero que al final se termina contando. Este boca-oreja sugiere un proceso comunicativo que acaba en la oreja receptora, no en la boca difusora, para lo cual tendría que decirse boca-oreja-boca.
            En nuestro idioma, además de para nombrar la técnica de respiración artificial, la expresión boca a boca, equivale a “oralmente”. La RAE no especifica tal significado, sino que remite a la cercana andar de boca en boca, para indicar que algo es público, que está divulgado por vía oral. La expresión puede usarse con valor adverbial —La noticia se propagó boca a boca—, o sustantivarse: El boca a boca es la mejor publicidad. La repetición del sustantivo ‘boca’ no es gratuita, ni falta de lógica, simplemente hace hincapié en lo importante, en la vía de propagación del mensaje, en el aspecto transmisor, en el fenómeno por el que numerosas voces, o ‘bocas’, una y otra y otra, van divulgando un mismo hecho. Lo importante en este caso no es el proceso de comunicación física entre emisor y receptor (hablar-escuchar, boca-oreja), sino el de difusión oral por medio de múltiples emisores. Se destaca el concepto de sumandos —como cuando decimos El recipiente se llenó gota a gota, o Paso a paso, alcanzaremos la meta—, la idea de pluralidad de hablantes que transmiten idéntico o parecido mensaje, en fin, aquella “voz pregonera” de que hablaba fray Luis de León.
            ¿Quién y con qué ánimo puso en circulación este boca a oreja? ¿Un nacionalista catalán, que pretendía contagiar al idioma español de su catalanidad, demostrando así la superioridad expresiva de la lengua de Joan Maragall? ¿Un desconocedor del catalán, o del francés, que utilizó el traductor de Google? ¿Un esnob? ¿Un francófilo? ¿Un catalanófilo? ¿Simplemente alguien que no se había parado a pensar en el significado de la expresión española y le pareció más plástica y razonable la imagen de una boca y una oreja?
Si es galicismo o catalanismo, creo que lo mejor es ignorarlo por innecesario, puesto que nuestro idioma ya posee la expresión adecuada. Si es por supuesta falta de lógica en la secuencia transmisión-recepción-transmisión de un mensaje, ya he propuesto la solución, engorrosa y en contra de la economía del lenguaje: boca-oreja-boca. Si es por cualquiera de los otros motivos, tampoco es uno quien para imponer su criterio lingüístico a los demás. En la lengua solo manda el tiempo. Ya veremos si este boca a oreja empieza ahora a rular de boca en boca y termina echando del banquillo al veterano boca a boca, o si estamos, como espero, ante una tormenta de verano.           

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