Dos semanas después, en la noche del 14 al 15 de marzo, una pareja sube al tren en la Franz Josef Station de Praga… Así acaba una entrada de este blog titulada «Pérdidas y hallazgos (3)», publicada el viernes 30 de octubre de 2020, bajo la etiqueta «El pisapapeles de Karlsbad».
Para contextualizar esa frase, recuerdo al lector que se trata de una noche de marzo de 1939, y que a la mañana siguiente las tropas nazis ocuparán sin resistencia la ciudad de Praga. La pareja que sube al tren a las 11 de la noche en la estación Wilson, huye de la quema, son judíos, Elsa Taussig y Max Brod, y llevan visados visados británicos para Palestina. En la maleta de piel cuarteada que lleva el hombre, escritor reconocido en el mundillo intelectual, viajan algunos de sus manuscritos, borradores de obras de teatro, cartas de escritores checos y alemanes, proyectos de ensayos sobre el sionismo, partituras…, documentos sin duda apreciados, preciosos, para él. También le dio tiempo a meter en la maleta algunos cuadernos, cartas y postales de su amigo Franz. En el mismo compartimento viaja otro amigo, el bibliotecario y filósofo Felix Weltsch y su mujer Irma. Él es licenciado en Derecho, miembro del Círculo de Praga y director del semanario Selbstwehr (‘Autodefensa’), donde había aparecido algún texto de Kafka.
A las cuatro de la madrugada, el tren llega a Ostrava, en la frontera con Polonia. Cruza Hungría, Rumanía, y los deja el día 17 en el puerto rumano de Constanza, en el mar Negro. A bordo del Bessarabia –camarote 228–, navegan por el estrecho del Bósforo y el mar de Mármara, por el Mediterráneo oriental –Estambul, Atenas, Creta, Alejandría–, hasta desembarcar al cabo de días inciertos en Jafa –aún no era Tel Aviv, ni existía el estado de Israel–, una ciudad del entonces protectorado británico llamado Palestina.
Durante las primeras semanas, los Brod se alojan en el hotel King Salomon y viven de préstamos hasta recibir su dinero vía Londres. Los enseres –piano, libros, muebles– llegarán más tarde a su nuevo domicilio, un piso del número 16 de la calle Hayarden, en un pequeño edificio de cuatro plantas, a unos pasos de la playa.
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