Domingo. He aprovechado que lucía el sol para dar un paseo. Arriba, el azul celeste, sin mácula, es la imagen de la infinitud.
El aire limpio deja ver los perfiles nítidos de las sierrras en varios planos de profundidad, los cortados de roca, las quebradas, los caminos y cortafuegos, los claros y las manchas de matorral.
He subido hasta el cerro Miralobos y desde allí las veo llegar: avanzan despacio, deslumbrantes, majestuosas, apagando los brillos de la mañana.
¡Ah, las nubes!, exclamo para mis adentros, con melancolía a pesar de la belleza de la estampa:
Sobre nosotros pasan.
Atrás nos dejan.
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