jueves, 31 de julio de 2008

Febrero

Estamos a 2 de febrero, miércoles. Un día radiante y cálido. Llevo tres semanas de fumeteo compulsivo: dos paquetes diarios. Esto es una recaída.

Domingo, 14 de marzo. Otra escaramuza para la retirada definitiva. Es una idiotez fumar como lo hago: todas las horas, todos los cuartos y todas las medias del día con un cigarrillo en los labios. Con razón se me podría llamar, como a uno de Torrecampo, Pepito El Cigarrito.

Uno ya no cree en la función social del tabaco. Quizá antes la tuviera. Liar el cigarro y fumar era un alto en la faena. Y si se tenía compaña, un poco de conversa sobre esto y lo otro. Mi fumar no es parada en el camino, un humear pausado y relajante, reflexivo, sino continuo fumar, para qué hacer un alto si se puede fumar andando. Esa es la extremosa adicción, la excusable ceguera: la voluntad entregada, la continua satisfacción de una necesidad antinatural. Otra humana manera de estupidez…

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