Lou Reed, Hangin’Round
A Dieguito, que se
quedó en el camino
Si Dios
existiera y guardara memoria
de todos y
cada uno de nosotros,
si alguna
vez alguien, algo,
—¿el famoso
Gran Hermano?—
fue señor
de esta tierra
y
registrados tiene los hechos
—qué
soñábamos, en qué garitos
y con quién
y cómo anduvimos—,
seguro que
recuerda
la noche en
que aposté mi vida
contra
todos los coches
que se
apartaron para no atropellarme,
o la
madrugada en que descubrí
la Vía
Láctea en los ojos de Marga.
Seguro que
anotó
lo libres
que llegamos a sentirnos
lejos de
las ventanillas,
de los
despachos y los notarios,
del futuro
con hipoteca
y de los
políticos de la ciudad.
De sus
propiedades.
De sus
condiciones.
De sus
intereses.
De sus
imposturas.
Íbamos
—¿te
acuerdas?—
A tumba abierta.
Colocados.
Al margen.
Felices y
despreocupados.
Íbamos por
el otro lado.
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