martes, 29 de mayo de 2012
viernes, 4 de mayo de 2012
Una de piratas
Callejear los barrios de mañana, alguna carrera, tirar por los caminos, aventurarse a otros pueblos... ¡Oh, días bicicleteros del buen tiempo!
Con mi primera bicicleta, una BH de cadete, vino la palabra cosario, el oficio del hombre que la trajo desde Córdoba.
El otro día, en un lapsus, la confundí con corsario y el amigo con el que iba hablando me corrigió.
—Cosario... corsario... Cosario, claro —rectifiqué.
Fue entonces cuando me acordé de la BH, de mi primera vuelta sobre la gravilla del patio del cuartel en un mediodía de julio, de la primera vez que oí esa palabra en boca de mis padres y supe que el cosario era el hombre de las cosas, el que las trae y las lleva a comisión. No es oficio desaparecido. En este pueblo hay, que yo sepa, una cosaria.
A la mañana siguiente comprobé en el diccionario que mi confusión era excusable, porque cosario viene de corsario, dicho del buque, del capitán, o de cada miembro de la tripulación, que navega al corso, con patente del gobierno de su nación para abordar y robar los barcos de una nación enemiga. Los corsarios eran piratas legales, con papeles.
Cuando uno de esos barcos repleto de cosas arribaba, el puerto y las tabernas marineras hervían de animación, de curiosos que contemplaban asombrados las nuevas mercaderías: los sextantes más modernos, barricas de ron caribeño y toneles de vinos andaluces, vistosos guacamayos, loros parlanchines, gatos de angora y titís con fez, telas, cuadros, especias y sacos de café, ricas vestiduras y armas, vajillas inglesas, barriles de arenques y de grasa de ballena, joyas, mapas de tesoros y demás productos de sus piraterías.
Dos palabras, cosario, corsario, que me llevan a la primera adolescencia, a las mañanas en bicicleta, a las siestas con novelas de Stevenson, Salgari o Defoe, a las noches de cine de verano con Charles Laughton, Errol Flinn o Tyrone Power haciendo de piratas. Una constatación más de que Vida y Lenguaje están indisolublemente unidos, de que en gran manera somos palabras: las que decimos, las que callamos, y las que recordamos.
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