viernes, 29 de diciembre de 2017

Escritura inglesa


            Una cuarta de pizarra con los bordes de madera y el trapito para borrar los palotes y garabatos de tiza. Los cuadernos de rayas y los trazos pautados con el lápiz. Tercera fase: el palillero y los plumines, el tintero y el papel secante.
            A primera hora de la mañana, don Luis, el maestro, dirige el cántico del Cara al sol. Luego oficia el rito ayudado por un alumno de los mayores: el polvo de tinta, el agua, el frasco grande de cristal, la distribución en los tinteros pupitre por pupitre.
           La letra es el espejo del alma. Un copiado impoluto y de trazos netos es como un niño bien aseado, repeinado, sonriente, impoluta la ropa y sin jarapilla, un niño obediente, que ayuda a los necesitados y da limosna a los pobres, uno de esos niños que cruza el puente de la vida seguro de no precipitarse en el abismo de los réprobos.

 





viernes, 22 de diciembre de 2017

Las tentaciones, o Eros, Plutón y la Gloria (1)



         Dos magníficos Satanes y una Diablesa, no menos extraordinaria, subieron la noche pasada la escalera misteriosa por donde el Infierno asalta la debilidad del hombre que duerme y se comunica en secreto con él. Vinieron a colocarse gloriosamente ante mí, de pie, como si estuvieran en un estrado. Un esplendor sulfuroso emanaba de los tres personajes, que se destacaban así sobre el fondo opaco de la noche. Tenían un aspecto tan orgulloso y dominante que al pronto los tuve a los tres por verdaderos Dioses.
         El rostro del primer Satán era de sexo ambiguo; había también en las líneas de su cuerpo la morbidez de los viejos Bacos. Sus bellos ojos lánguidos, de color tenebroso e indeciso, parecían violetas cargadas aún de los densos llantos de la tormenta, y sus labios entreabiertos semejaban calientes pebeteros que exhalaban el buen aroma de una perfumería.; y cada vez que suspiraba, se iluminaban insectos almizclados revoloteando entre los ardores de su aliento.
         Alrededor de su túnica púrpura se enrollaba, como un cinturón, una serpiente tornasolada que, levantada la cabeza, volvía lánguidamente hacia él unos ojos como ascuas. De este cinturón viviente colgaban, alternando con frascos llenos de licores siniestros, relucientes cuchillos e instrumentos de cirugía. En su mano derecha llevaba un frasco lleno de un líquido rojo luminoso con estas extrañas palabras como etiqueta: “Bebed, esta es mi sangre, un perfecto cordial”; en la mano izquierda, un violín que le servía sin duda para cantar sus goces y sus dolores, y para repartir el contagio de su locura en las noches de aquelarre.
         Sus delicados tobillos arrastraban varios eslabones de una cadena de oro rota, y cuando la molestia resultante le forzaba a bajar los ojos hacia el suelo, contemplaba vanidosamente las uñas de sus pies, brillantes y pulidas como piedras bien labradas.
         Me miró con sus ojos de inconsolable aflicción, que vertían una insidiosa embriaguez, y me dijo con voz melodiosa: “Si tú quieres, si tú quieres te haré el señor de las almas, y serás el maestro de la materia viva, más aún que el escultor puede serlo de la arcilla; y conocerás el placer, siempre renaciente, de salir de ti mismo para olvidarte en los demás, y de atraer sus almas hasta confundirlas con la tuya.”
         Y yo le respondí: “¡Muchas gracias!, pero nada tengo que hacer con esta pacotilla de seres que sin duda no valen más que mi pobre yo. Aunque algo me avergüence el recuerdo, no quiero olvidarlo; y si no te conociera, viejo monstruo, tu misteriosa cuchillería, tus frascos equívocos, las cadenas que entorpecen tus pies, son símbolos que explican con claridad los inconvenientes de tu amistad. Guárdate tus presentes.”

lunes, 18 de diciembre de 2017

Les espagnols en Madrid



Intervienen:

  • José Manuel Pérez Carrera, Secretario de AMESDE // Goyi Sanz, Vicepresidenta de AMESDE.
  • Francisco Morilla Gordillo, arquitecto y sociólogo, ex-profesor de la Escuela de Arquitectura de Sevilla, colaborador de la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales y del CEDOBI de la Universidad de Castilla la Mancha
  • Juan José Pérez Zarco, autor

sábado, 16 de diciembre de 2017

Primer aniversario




Ha amanecido un día precioso, con el cielo limpio, un tibio sol resplandeciente y el aire recién lavado por las lloviznas de estos días de atrás. En la parte más cercana de la sierra, la del puerto del Mochuelo, se distinguen los riscos, las vaguadas y las umbrías, los claros de monte bajo, las cicatrices de las veredas y los cortafuegos, pero en los extremos, hacia la Ribera y hacia Santa Eufemia, los volúmenes desaparecen, se vuelven planos y la sierra es una franja uniforme azul marino recortada sobre el azul celeste del cielo. A nuestro paso por el camino del Pozo de la Villa se levantan de los campos pardos recién arados algunas lavanderas y dos o tres bandadas de gorriones. Desde un alambre de espino, la tarabilla nos ofreció su pecho anaranjado y su cabeza negra antes de perderse en vuelo delante de nosotros. Cuando entramos en el pueblo se oyen los silbidos de los mirlos y de los tordos. No nos hemos cruzado con ningún vecino.
            Hace hoy exactamente un año, a esta hora más o menos en que escribo, cuando la tarde empieza a alargar las sombras y deja sus últimos rescoldos en los tejados, tuve que abandonar la comida que los compañeros del instituto habían organizado con motivo de mi jubilación y la de otro colega. Tomé los aperitivos y el primer plato en un estado soñoliento, ajeno a los comensales que tenía alrededor, aturdido por las conversaciones y las risas que se cruzaban mareantes en mi cabeza. No llegué a los postres. Yo mismo conduje hasta el ambulatorio. Después de oír los síntomas y tomarme la tensión, el médico no lo dudó. Directo al hospital. Diagnóstico: cardiopatía isquémica y fibrilación auricular paroxística. Procedimiento médico: cateterismo e implante de stent.
            De aquellas dos enfermedades coronarias, la fibrilación auricular paroxística parece haberse retirado y mi ritmo cardíaco es normal desde hace unos meses, la cardiopatía isquémica parece controlada, y después de otro cateterismo en el mes de agosto, no presento mayor riesgo de obstrucción coronaria. De estos males cordiales me ha quedado unos dolores torácicos que suelen presentarse por las tardes, extraños episodios vespertinos que ni cardiólogos, ni internistas, ni neumólogos, ni especialistas en aparato digestivo han sido capaces de explicar: desconocen su origen y, por tanto, el tratamiento adecuado. Me he acostumbrado a ellos. Me da la impresión de que nunca desaparecerán del todo, aunque ojalá me equivoque. Salvo esos dolores que por fortuna no aparecen todos los días, me encuentro bien. Dedico entre una hora y hora y media cada mañana a caminar; hago yoga martes y jueves, sigo una dieta sin sal y sin grasas, y no pruebo el alcohol. Y lo que me parece el mayor logro: he dejado el humo. No enciendo un cigarrillo desde aquella tarde de diciembre de 2016.
           Ni lo encenderé. 

jueves, 14 de diciembre de 2017

20






La tarde sueña
las ramas de la niebla.
Todo es silencio.










Duermen los árboles
desnudos en la niebla.
Se sueñan flor. 




Caen los años.
Vuelven hacia la tierra.
Como las hojas.




Haiku


                               ÍTACA

          Siempre en camino.
        Desplegados los mapas.
        Y no llegar.


domingo, 10 de diciembre de 2017

Lucio Urtubía, albañil, anarquista


La utopía es necesaria.

*

El ser es lo que es por lo que hace.

*

¡Qué placer robar a la patria aquella!

*

El dólar es la moneda más fácil de falsificar de la tierra.

*

La falsificación de cheques del City Bank no es ya un trabajo, es un placer.

*

El Che era argentino, y los argentinos se creen mejores que los de Bilbao. No nos entendimos.

viernes, 1 de diciembre de 2017

Los dones de las hadas (XX)




    Érase una vez la gran asamblea de las Hadas para proceder al reparto de los dones entre los recién nacidos llegados a la vida en las últimas 24 horas.
         Todas aquellas antiguas y caprichosas Hermanas del Destino, todas aquellas extrañas Madres de la alegría y del dolor eran muy diferentes entre sí: unas tenían el aire sombrío y malhumorado; otras, aspecto alocado y malintencionado; estas, jóvenes que habían sido siempre jóvenes; aquellas, viejas que habían sido siempre viejas.
         Todos los padres que creen en las Hadas habían acudido, cada uno con su recién nacido en brazos.
         Los Dones, las Facultades, las buenas Suertes, las Circunstancias invencibles se acumulaban junto al tribunal como los premios en el estrado para su reparto. La única particularidad es que los Dones no eran la recompensa por un esfuerzo, sino al contrario, una gracia a quien no había vivido aún, una gracia que podía determinar su destino y convertirse tanto  en la fuente de su desgracia como en la de su dicha.
         Las pobres hadas estaban muy atareadas, pues la multitud de los solicitantes era grande y el mundo intermediario, situado entre el hombre y Dios, está sometido como nosotros a la terrible ley del Tiempo y de su infinita posteridad: los Días, las Horas, los Minutos, los Segundos.
         Ciertamente, las hadas estaban tan azoradas como un ministro en día de audiencia, o como los empleados del Monte de Piedad cuando una fiesta nacional autoriza los desempeños gratis. Creo incluso que ellas miraban de vez en cuando las agujas del reloj con tanta impaciencia como jueces humanos que tras toda la mañana de sesiones no pueden evitar soñar con la cena, con la familia, con sus queridas pantuflas. Si en la justicia sobrenatural hay algo de precipitación y de casualidad, no nos extrañe que ocurra lo mismo en la justicia humana. En ese caso, nosotros seríamos jueces injustos.
         También hubo aquel día algunas meteduras de pata que podrían considerarse raras si la prudencia, más que el capricho, fuese el carácter distintivo, eterno, de las Hadas.
         Así, el poder de atraer magnéticamente la fortuna fue adjudicado al heredero único de una familia muy rica, que, sin estar dotado de sentido alguno de la caridad ni de codicia alguna por los bienes más visibles de la vida, debía encontrarse más tarde prodigiosamente cargado de millones.
         Así, fueron concedidos el amor por la Belleza y el Poder de la poesía al hijo de un pobre patán, picapedrero de oficio, que no podía de ninguna manera ayudar a sus facultades, ni mitigar las necesidades de su deplorable progenitura.
         Se me olvidaba decir que el reparto, en estas ocasiones solemnes, es sin apelación, y ningún don puede ser rechazado.
         Se levantaban ya todas las Hadas, creyendo cumplida su tarea, pues no quedaba ningún regalo, ninguna dádiva que arrojar a aquella morralla humana, cuando un buen hombre, un pobre comerciantillo, creo, se levantó y, agarrando por su vaporoso vestido multicolor al Hada que tenía más cerca, gritó:
—¡Eh! ¡Señora! ¡Se olvida de nosotros! ¡Todavía queda mi pequeño! No quiero haber venido para nada.
         El hada podía verse en un aprieto, pues no quedaba nada más. Sin embargo, se acordó a tiempo de una ley bien conocida aunque raramente aplicada en el mundo sobrenatural habitado por esas deidades impalpables, amigas del hombre y a menudo comprometidas a adaptarse a sus pasiones, como las Hadas, los Gnomos, las Salamandras, las Sílfides, los Silfos, las Nixas, los Ondinos y las Ondinas, —os hablo de la ley que concede a las Hadas, en un caso parecido a este, es decir, si se han acabado los lotes, la facultad de conceder uno más, suplementario y excepcional, siempre que tenga imaginación para crearlo al instante.
         Así pues, la buena Hada respondió con aplomo digno de su rango
—Concedo a tu hijo … le concedo … ¡el Don de agradar!
—Pero ¿agradar cómo?, ¿agradar?, ¿agradar por qué? —preguntó obstinado el tenderillo, que era sin duda uno de esos razonadores tan comunes incapaz de elevarse hasta la lógica del Absurdo.
—¡Por que sí! ¡Porque sí! —replicó irritada el Hada, volviéndole la espalda; y alcanzando el cortejo de sus compañeras, les decía: ¿Qué os parece este francesito vanidoso que quiere comprenderlo todo y que, habiendo obtenido para su hijo el mejor de los lotes, se atreve todavía a preguntar y discutir lo indiscutible?