martes, 10 de diciembre de 2024

Atenas, octubre de 2024 (4)

 

Anochecer en la isla Ogigia


Todo está alegre, menos mi alegría.
César Vallejo


Melancólica se sienta
a mi lado la luz de noviembre
y me ofrece sus brumas,
su lluvia triste y sus hojas amarillas.
Mi corazón ya no vuela.

Dos soledades somos a la espera
de un sol negro, dos vuelos que se alejan
en el cielo gris de la tarde gris.
Dos cuerpos a la deriva.
Dos hambres que no se sacian
en los brazos de la espuma.

Como un mar que no conoce los barcos
ni el reflejo de las lunas en su piel.
Como besos que caen
en la trastienda de los espejos.
Como sombras en habitaciones a oscuras.

Mi corazón ya no vuela.
Roto y sin ritmo divaga
en los brazos de la espuma.


jueves, 5 de diciembre de 2024

Los sueños de la dehesa (I)

 Siempre que paso ante uno de ellos me acuerdo de aquella corriente surgida en la Italia de finales de los años sesenta, el arte povera, que utilizaba materiales sin pedigrí, artísticamente innobles: trozos de madera y de cuerda, piedras, hojas secas, trapos, plumas de pájaros, ramas y troncos de árboles, cereales, desechos orgánicos… Materiales frágiles, efímeros, que se iban deteriorando con el tiempo, transformando así la obra artística y cuestionando el concepto de invariabilidad, de inmutabilidad de la misma. Toda una protesta formal, ética y estética, contra la industrialización y la mercantilización, contra el arte convencional y elitista, mediante la reivindicación y el protagonismo de los elementos más cotidianos y humildes, que resultan así reutilizados, recreados, en una nueva vida, con nuevas funciones y nuevos significados.

Creo sinceramente que no somos conscientes todavía del potencial artístico que atesoran nuestros pueblos. No me refiero al patrimonio religioso y civil inventariado, conocido y publicitado en guías y páginas webs, sino a lo que modernamente vienen llamándose instalaciones o intervenciones artísticas. En mis andanzas por los caminos de los alrededores de Torrecampo he encontrado verdaderas joyas de aquel arte povera (arte pobre) de los italianos, instalaciones en que la obra se integra en el paisaje, contribuyendo así a la coherencia de los elementos y a la fertilidad del mensaje, potenciando la interactuación y la experiencia visual del espectador.

Hablo de aquellas estructuras o bastidores de madera o de hierro, con una tela metálica elástica, o con una red de flejes y muelles en los extremos, cuyo nombre tomamos de los franceses. Hablo del humilde y cotidiano somier que sustenta y conoce todos nuestros sueños. Y de las instalaciones con que los propietarios, auténticos artisti poveri, sorprenden al caminante.

En la breve selección que sigue podrá intuir el lector la creatividad y fuerza de estas intervenciones. Las hay barrocas, con profusión de alambres y rafia forrajera en caprichosos trenzados; aparecen combinadas otras con maderas de palés, con chapas, hierros y piedras; y las encontramos también sobrias, desnudas, solitarias, como dejadas caer al albur por una mano misteriosa. Alguna, aislada en un breve espacio descampado, se nos representa imagen valiente de la resistencia al tiempo, enarbolando la bandera de su óxido entre el verdor de la hierba y las encinas. Otras, asediadas por la niebla, muestran el deterioro íntimo, los zarpazos que la vida nos depara, el desgarro existencial de tantas almas atribuladas que buscan su sitio en este siglo XXI de grandes migraciones. Decrépitas y cubiertas por la herrumbre, algunas se esfuerzan por mantener su verticalidad, agarrándose a barras de hierro, a trozos de alambre de púas y de cuerdas de plástico en un dramático ejercicio de supervivencia. Las hay taxativas, de espíritu prohibitivo e inabordables, que delimitan territorios, e imponen frustrantes fronteras, lindes absurdas. Provocan otras dolorosas sensaciones de angustia, como si fueran máquinas de tortura ideadas por Franz Kafka, que argumentan lo constreñido del vivir, la imposibilidad de escapar de ese metafórico amasijo de hierros, púas, chapas, maderas y cuerdas creado por el feroz capitalismo consumista. Hay somieres deformados por la tensión existencial, contrahechos por el trabajo, como olvidados sobre un montón de piedras, como viejos encorvados en su soledad, piezas que ilustran al mismo tiempo la decadencia del mundo rural, la paulatina e imparable degradación de la dehesa.

Solitarios, en dúos o en tríos solidarios, en composiciones híbridas o monomatéricas, estableciendo profundos vínculos con la tierra, apuntando siempre a nuestra mente y a nuestro corazón, conceptuales o figurativos, vanguardistas y provocadores, oníricos, metafísicos, los somieres de los caminos proponen, cuando menos, la meditación, la reflexión sobre el ser de la dehesa, sobre su pasado, su presente y su futuro. Los somieres representan el sueño de esta tierra. También la realidad más impactante. E inquietante.

¿Hacia dónde queremos llevar el mundo rural? ¿En un somier desvencijado y comido por el orín queda todo? ¿Por qué no aventurarnos por la ruta de la contemporaneidad? ¿Por los caminos de lo conceptual? ¿Del arte del ready made? ¿O del land art? ¿Por qué no apostar por una «Ruta del somier», comisariada por expertos en el arte más rabiosamente contemporáneo, con guías especializados que sepan explicar al público los conceptos y matices, la simbología, el alcance étiológico y ecológico que atesora un somier de muelles oxidado?

Al aire lo digo
















martes, 3 de diciembre de 2024

Atenas, octubre de 2024 (3)


Oriente / Occidente

La ciudad viva aquí abajo, en el asfalto de la modernidad, en el tráfico callejero, en la multitud de los turistas, en el trajín de la plaza Monastiraki, en los ecos sobre el genocidio de Netanyahu y la invasión de Putin, en los pregones de los pescaderos, en los platos de musaka y de tsatsiki, en las ferreterías, en las aceras donde esquivamos a los mendigos, en las pequeñas iglesias de barrio, en las cesterías y en los comercios de especias, en los puestos de fruta, en las lavanderías y en las oficinas de correos.

La ciudad en su día a día. En su lengua. En su encarar el pasado y lo que viene. Puerta de oriente y cuna de occidente. Atenas sabia. Atenas viva. Palpitante. Feliz en su infortunio. En pie a pesar de todo. Como el Partenón.


sábado, 30 de noviembre de 2024

Griegos / Bárbaros


Por medio del ágora vieja cruza un tren pintado. (Atenas ha cometido también sus crímenes urbanísticos. Mejor no seguir esa vía.)

En la estoa de Átalo, dos mujeres jóvenes con batas blancas y gafas protectoras limpian —vapor y cepillo— la mugre de los siglos en los rizos de la cabeza de mármol de un desconocido.

Poco a poco devuelven la blancura —la vida— a la piedra.

Más allá del ágora suenan las campanas de una basílica.

Pasa el tiempo. 
Pasa el tren.

No la belleza del mármol.

Ni la perfección del rizo.


© Iordanis Pallikaras | Dreamstime.com

miércoles, 27 de noviembre de 2024

Atenas, octubre de 2024 (3)


Estela de Demóclides



En lo inerte del mármol,
en el corazón frío de la piedra,
la vida palpitante,
la belleza más viva.


miércoles, 20 de noviembre de 2024

Pintadas

 

Fotografía: Edourad Boubat, May, 1968

Atenas es una ciudad pintada. Una ciudad tomada por el arte urbano, barrocamente intervenida con murales, grafitis, plantillas y firmas. Una ciudad visualmente okupada por el espray.

Lo que en principio era un simple e ingenuo grafiti contestatario ¡Oh, aquel Plutôt la vie de mayo del 68 ha devenido intervención artística, arte urbano, street art, pero no ha perdido su propuesta para la reflexión, su naturaleza política, su reivindicación cultural, su brújula, su norte, en lo colectivo y la utopía. Quizá por eso me he sentido en Atenas como en mi casa.

Aunque también por sus bazares, por sus mercados de barrio, por sus ferreterías y sus tiendas de colchones, por sus confiterías y por sus tenderetes de especias o de frutos secos, por los cafés y restaurantes en plazas sombreadas, por la lengua de los nativos, por la memoria de los filósofos, poetas y dramaturgos invocados en los nombres de sus calles, por la belleza oculta en la piedra que el cincel descubrió, por el ruido atronador del tráfico, por el laberinto de los barrios populares, por la plaza Sintagma, por la vieja y la nueva Atenas que sigue creyendo en la democracia y celebra el aniversario de la creación del partido comunista o se manifiesta contra el genocidio de los palestinos. Por todo lo ateniense, por todo lo griego, en que nos hemos educado.

Visitad la acrópolis. Emocionaos con la belleza del Partenón y las Cariátides. Contemplad la obra del tiempo, y la del hombre, a vuestros pies, en millones de fragmentos por el suelo. Volved a vuestros días de escuela y recordad la tríada dórico, jónico y corintio—, el teatro de Dionisos y el templo de Atenea, echad vuestra mirada hacia el mar cercano, azul, y navegad con vuestra imaginación...

Bajad luego a la ciudad, a la Atenas de 2024, y encontraréis la huella del espray en cualquier rincón. El nuevo orden artístico, la nueva diversidad de estilos: la abstracción de unas manchas de azul y negro en un muro blanco, las clásicas grecas, el figurativismo futurista, los cuelgues psicodélicos, el realismo mitológico, los mundos oníricos, el costumbrismo popular, el hiperrealismo y el simbolismo, el realismo social, el tremendismo, las consignas anarquistas, el cubismo lineal, las manchas simbólicas, a lo Pollock, contra los apartamentos turísticos de alquiler, la maravilla de otro alfabeto, el barroquismo la okupación del espray.

Toda una ciudad en que entretener la mirada y la mente.



























martes, 19 de noviembre de 2024

Atenas, octubre de 2024 (2)

 Playa en Ítaca


Desde la copa de un eucalipto,
en su bárbara lengua,
ensaya la urraca un hexámetro
sobre la paz azul del mar.