Zapatillas deportivas grises, pantalón de chándal negro, camiseta marrón, Patroller Serve and Rescue la desgastada inscripción en la espalda. Viejo militante del socialismo. Entre 75 y ochenta años el hombre. Todo el peso de su cuerpo rechoncho sobre la pierna derecha, apoyados los gruesos antebrazos en la barra, dejado caer en ella con todo su ser, abultado el cogote, grandes las orejas y congestionado el rostro por la obesidad sobrevenida, boca ancha, voz rasposa, ante una copa de vino el hombre cuenta que ha aprendido en un cursillo a manejarse en internet y que le gusta meterse en las páginas de meteorología. Incapaz de decir meteorólogo, dice que no es astrónomo, y resume lo que nos espera:
—Dan agua hasta el día 22. Vamos a tener unas fiestas pasadas por agua. Hasta el 22.
Uno de los contertulios le pregunta cómo ha aprendido a manejarse con el cacharro ese:
—En un cursillo. Yo era analfabeto. Me enseñaron a leer mis hijos, porque en la escuela no me enseñaron más que a rezar.
—Yo fui a la escuela —media el de antes, risueño, con ganas de charleta y sin enterarse de la misa la media —, y ni sé leer, ni escribir, ni rezar.
—Pues ya llevaste mejor parte que yo, porque rezar no sirve para nada.
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