jueves, 7 de agosto de 2008

Antes / Después (Una aclaración)

El internauta que haya recalado en este Diario de un nicotínico habrá observado desajustes temporales y anacronismos, así que me permito este aviso para navegantes. Aunque las páginas del diario aparecen en el océano virtual en los últimos días de julio de 2008, lo cierto es fueron escritas en papel desde comienzos de 2006. Acogiéndome al sagrado de Cortázar, el diario puede leerse en forma retrospectiva (desde lo más nuevo a lo más antiguo) o de forma lineal, empezando por la entrada titulada Última sigaretta hasta La flor del tabaco; después habría que continuar con la primera y más antigua que aparece en el blog, Grandes esperanzas, a la que siguen, siempre en cronología lineal, Recaída y reflexión, esta misma de aquí y todas las que le sigan, ya en tiempo real.
Cuenta uno, claro está, qué iluso, con que alguien tenga tiempo y ganas de leer todo lo que uno ha escrito sobre la nicotina.
En fin, léalo cada cual como quiera, si es que quiere, y ya le irá cogiendo el hilo, si es que lo tiene.
Salud y guerra a la nicotina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy un fervoroso seguidor delos diarios de un nicotínico y, si no es por esta aclaración, ya pensé que habias recaido...en el tiempo real.
Un consejo: Olvídate del diario nicotinesco. Aunque los fieles como yo quedaremos huerfános de los relatos de tus aventuras y tus luchas con la madama, su constante evocación es, en realidad, una invitación a caer en sus garras. Lo que se evoca, se convoca. Nosotros, los fieles, seguiremos con igual pasión las peripecias literarias y vitales de este recién descubierto escritor rural, eslabón perdido y necesario entre la cultura campesina y la cultura urbana y cosmopolita. Como diría nuestro admirado L.Landero, uno de los últimos escritores que "todavía recibieron el legado de sus mayores, y que escucharon la voz ancestral de la memoria".
Te deseo una pronta liberación. ¡Ánimo!

Pérez Zarco dijo...

Una frase terrible, anónimo: lo que se evoca, se convoca. Es lo de la cola que se come su pescadilla. Han sido muchos años de humo y, como a todo se acostumbra el cuerpo, el de uno ya estaba acostumbrado y más que hecho a dormir todas las noches con la madame. La echa de menos, claro, por el hueco que deja, y siente inseguridad porque no sabe si será capaz de recuperar una vida hasta ahora básicamente asentada en el humo.
De todas formas, seguiré tus sabias palabras: el olvido es lo mejor contra este tipo de mujeres tan posesivas y atosigantes.