domingo, 17 de agosto de 2008

Dos semanas y dos días

En zonadiet, una página de internet sobre el tabaquismo, encuentro una tabla sobre la evolución del organismo después del último cigarrillo. Como quiera que éste será mi decimoséptimo día, mi presión arterial debe haberse normalizado, así como mis pulsos y la temperatura de manos y pies. El monóxido de carbono deberá haber alcanzado también sus niveles de normalidad igual que los de oxígeno, y habrá disminuido en porcentaje no despreciable el riesgo de que sufra un infarto. Mi sistema nervioso ya se ha adaptado a la falta de nicotina y aprecio mejor sabores y olores; los bronquios andan relajados, ha aumentado mi capacidad pulmonar y mejorado mi circulación sanguínea.
Yo mismo he podido comprobar alguno de estos efectos beneficiosos de no andar todo el día con el piporrito en la boca. La otra tarde, por ejemplo, M. andaba tomando la tensión a toda la familia; la mía era 14-9: un pelín alta la baja, paro bastante bien en términos generales. En cuanto a los pulsos y capacidad pulmonar, han desaparecido casi por completo ciertas arritmias y galopes súbitos del músculo cordial y soy capaz de aguantar con dignidad hora y cuarto de tenis, lo cual no está mal para mis cincuenta y dos años.
El mayor beneficio sensorial lo he notado en mi renovación pituitaria: es un placer salir por la mañana temprano y sentir olor a melocotones cuando paso junto a la huerta de Eusebio el municipal, o estar sentado en una terraza y recuperar las vaharadas del hinojo que un vecino trae en la mano para aliñar unas berenjenas, o volver a casa después del café en Los Mellizos por el callejón de las Chozas y oler a pasto fresco... Tesorillos que uno agradece.

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