viernes, 1 de agosto de 2008

Quinto día

Anche, cuando volví a dormirme, se fraguó una tormenta seca. El resplandor de los relámpagos entraba por la ventana. Ha amanecido uno de esos días grises y frescos de junio en que uno piensa si no se habrá precipitado al guardar toda la ropa de invierno.

Diferencias entre esta desintoxicación y las anteriores: una fuerza interior –voluntad- mucho más decidida y fuerte; menor intensidad en las ganas de fumar, producto, sin duda, de lo anterior. Puedo decir que me supone muy poco esfuerzo renunciar al humo. Recito mentalmente varias veces al día la sentencia de Nietzsche.
Otra de las diferencias –tampoco desdeñable- es que no he recurrido a la farmacopea. Mi mejor médico estoy siendo yo, y la mejor droga contra la nicotina es no probarla. Anoto también el hecho diferencial de no pasar el día de mala leche y con el ceño fruncido. Desde luego, hay comentarios que me salen con la follá de un granaíno, pero al instante me luce una frente serena y una sonrisa interior.

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