Por los altavoces se desgrana melodiosa y desgarrada la voz de Tom Waits. El sol de otoño derrama sus últimos esplendores sobre el pueblo. Va haciendo fresco. En la habitación en penumbra el perro dormita a tus pies...
Reconócelo, la luz del momento, la calle solitaria, el leve temblor en la glicinia y las antenas, la música, la misteriosa voz que sientes en tu pecho, te han puesto un poco filósofo, un poco triste, un poco poeta...
Pero de pronto miras por la ventana y descubres una estrella más allá de los tejados y del horizonte, sola, brillante en el inmenso azul cada vez más oscuro. Y te quedas un rato mirándola, divagando en tus cosas, a solas con tu soledad... hasta que caes en la cuenta: quedan veinte minutos para que se enciendan las luces de la casa... para que ella venga.
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