viernes, 26 de agosto de 2022

Modernismos (3): julio-septiembre, 1911

 


Nº 4 de la calle Herschel (París), domicilio de Rubén Darío


La hemoptisis de Leonor alarma sobremanera a Machado, que sale angustiado a la calle en busca de ayuda, pero es 13 de julio, víspera de la fiesta nacional, París está de jolgorio. Nadie sabe indicarle un médico al que acudir ni un hospital cercano, hasta que alguien lo encamina al 200 de la calle Faubourgh Saint-Denis, bastante lejos de Saint-Germain, al otro lado del Sena, donde Leonor queda ingresada al día siguiente en la Maison de Santé, en la que solían ingresar los extranjeros enfermos de paso por la ciudad. El lunes 17 de julio, Machado le escribe a Rubén Dario para excusar una visita prometida --«Una enfermedad de mi mujer que me ha tenido muy preocupado y convertido en enfermero ha sido la causa de que no haya ido a visitarle como le prometí»‒, y le anuncia que irá a verlo el fin de semana próximo.

El poeta permanece alojado en el hospital, y allí reciben las visitas de Francisca Sánchez y su hermana. Los gastos médicos, más los de alojamiento y manutención del matrimonio, mermaron drásticamente su economía hasta el punto de que después de mes y medio, Antonio Machado, que ha renunciado a su beca y decide incorporarse cuanto antes a su cátedra en el instituto de Soria, se ve obligado a recurrir a Rubén Darío para que los ayude a salir del paso:

Querido y admirado maestro:

Le supongo al tanto de nuestras desventuras por Paca y Mariquita que tuvieron la bondad de visitarme en este Santuario. Leonor se encuentra algo mejorada y los médicos me ordenan que me la lleve a España, huyendo del clima de París que juzgan para ella mortal.

Así pues, yo he renunciado a mi pensión y me han concedido permiso para regresar a mi cátedra; pero los gastos del viaje no me los abonan hasta el próximo mes en España.

He aquí mi conflicto. ¿Podría V. adelantarme 250 o 300 francos que yo le pagaría a V. a mi llegada a Soria?

Tengo algunos trabajos para la Revista que le remitiré sí usted quiere. Le ruego que me conteste lo antes posible y que perdone tanta molestia a su mejor amigo.

Antonio Machado. Faubourg Saint Denis 200-Maison de Santé.


El poeta nicaragüense responde inmediatamente a la urgencia, y cinco días más tarde la pareja ya está en Irún, desde donde el poeta le envía una postal:


Querido y admirado maestro:

He tenido que partir de París en circunstancias muy apremiantes y me ha sido imposible despedirme de usted, como hubiera sido mi deseo. Voy camino de Soria en busca de la salud para mi mujer. Mucho le agradecería que hiciera que enviaran la Revista y las pruebas de mi artículo, que yo le devolvería corregidos. (Soria-Instituto).

Mil abrazos de su invariable amigo que no le olvida.

Antonio Machado.




La historia que sigue es triste y bien conocida: Leonor muere el 1 de agosto de 1912. Tenía 18 años.

La enfermedad de Leonor y la larga estancia en el hospital, los apuros de dinero, el abandono precipitado de París, colmaron la antipatía de Antonio Machado por París. Nunca regresó el poeta a la ciudad, ni recreó aquellos días amargos, como si no los hubiera vivido.


domingo, 14 de agosto de 2022

Modernismos (2): los Machado en París




 París, 14 de julio, 2018

Antonio Machado vino en tres ocasiones a París. Su tercer viaje lo hizo ya casado con Leonor Izquierdo, que entonces tenía 17 años. El poeta había logrado una beca ‒300 pesetas mensuales, 500 para viajes, 200 para matrículas‒ de la Junta de Ampliación de Estudios para asistir a unos cursos de Filología en el Colegio de Francia: uno sobre los orígenes de los cantares de gesta franceses, impartido por Josep Bédier; otro sobre gramática histórica y morfología del francés, a cargo de Antoine Meillet; y un tercero, que analizaba la literatura francesa del Renacimiento, dirigido por Abel Lefranc. Además, el poeta aprovechó para asistir a las clases de su admirado Henri Bergson, a quien retrata así en una carta a Ortega y Gasset: «Escuché en París al maestro Bergson, sutil judío que muerde el bronce kantiano, y he leído su obra. Me agrada su tendencia. No llega, ni con mucho, a los colosos de Alemania, pero excede bastante a los filósofos de patinillo que pululan en Francia» (1).

La pareja permaneció en la capital desde mediados de enero hasta primeros de septiembre de 1911. Después de unos primeros días en paradero desconocido, los Machado se alojaron en el Hotel de la Academie, sito en el número 2 de la calle Perronet, en el barrio de Saint-Germain. Desde esa dirección envió el poeta una postal a Antonia Acebes, abuela de Leonor: «Querida abuela: Ya nos tienen en París, gozando de perfecta salud y satisfechos de nuestra excursión, pero recordando mucho a Vds., a quienes deseamos toda suerte de prosperidades. Antonio. Y muchos besos de su nieta Leonor (escrito por ella). Rue Perronet» (2).


Sobre esta última estadía en París, hace Machado una lacónica referencia en la «Vida» que hemos citado antes, escrita en 1917: «De Soria a París (1910). Asistí a un curso de Henri Bergson en el colegio de Francia». Al poeta, que definió la poesía como palabra en el tiempo, le interesaba la filología francesa, pero mucho más las consideraciones sobre la durée ‒el paso y la percepción del tiempo‒ del filósofo francés.

Durante esos meses, nuestro becario estuvo bien ocupado, pues no solo asistía a los cuatro cursos ya mencionados. Muchas horas libres, especialmente durante las mañanas, las pasaba en la Biblioteca Nacional, tomando notas y elaborando los preceptivos informes y memorias de sus actividades para la Junta de Ampliación de Estudios, o bien poniéndose al día en la última literatura francesa. Encontraba ratos para revisar los poemas de Campos de Castilla, y quizá para componer alguno de ellos, según testimonio de su hermano José 2. Y halló ocasión, además, para enviar dos crónicas al periódico Tierra soriana. La primera, del 21 de marzo, sobre el estreno de un nuevo drama ideológico de Paul Bourget, planteaba el debate sobre la base de la organización social: ¿el individuo o la familia? La segunda crónica apareció el 4 de abril y trataba sobre los prejuicios nacionales, que operan sobre las diferencias entre los pueblos, y no sobre las semejanzas, como ocurría en aquel entonces con la literatura sicalíptica española, que nada tenía que envidiar de la francesa.

Unos días después, el 24 de marzo, Machado escribe una carta a José Castillejo (3), en que se le ve volcado en su labor de becario: «Desde mi llegada a París, salvo los días empleados en buscar un alojamiento en condiciones, estoy trabajando para reunir materiales con que emprender una gramática histórica de la lengua francesa, algo más lógica y ordenada que la que tenemos en España – especie de cajón de sastre para opositores pedantes. Paso muchas horas en la Biblioteca, y no creo hasta ahora haber perdido yo mi tiempo».

Suponemos que Antonio Machado y Leonor Izquierdo tenían sus ratos de pasear por las orillas del Sena, adentrarse en la multitud de los bulevares y visitar los almacenes de la Samaritaine o el Louvre, sentarse en la terraza de un café, subir a Montmartre, callejear por el barrio de la Ópera o por el distrito de Les Halles. Algunas tardes visitaban al maestro Rubén Darío en el número 4 de la calle Herschel, pasado el Luxemburgo, a cinco minutos del famoso café Closerie des Lilas. Rubén Darío, junto con su amante, Francisca Sánchez, y María, hermana de ésta, se había trasladado a París para poner en marcha dos revistas internacionales dirigidas al mundo de habla hispana, Mundial Magazine y Elegancias, sufragadas por dos banqueros uruguayos, los hermanos Alfredo y Rubén Guido, a los que económicamente les fue con las revistas bastante mejor que al maestro modernista.

La estancia de 1911 fue sin duda la más gratificante para Antonio Machado en lo profesional y en lo sentimental. El poeta había madurado, preparaba su segundo libro, en el que mostraba ya una voz absolutamente personal, mantenía relación con Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Baroja, Azorín, Rubén Darío, Ortega y Gasset, y en una faceta de su creación lírica ‒«Proverbios y cantares»‒ había logrado la síntesis perfecta entre el decir y el sentir de la poesía popular y el pensamiento filosófico.

En el terreno sentimental, la estancia en París, poco tenía que ver con las dos anteriores. En compañía de Leonor Izquierdo, el poeta enamorado llevaba una vida tranquila, discreta, con la rutina de la asistencia a los cursos por las tardes y las horas de lectura en la Biblioteca Nacional por las mañanas, alejado de los círculos bohemios, sin relación con otros escritores, salvo Rubén Darío. El propio Machado habla en alguna ocasión de las escasas relaciones que tuvo en la capital francesa: «Durante el tiempo que he vivido en París, más de dos años, por mi cuenta, he tratado pocos franceses, pero en cambio he podido observar algunos caracteres de mi tierra» (4).

Esta vida tranquila se trastorna repentinamente con un vuelco dramático. Tal día como hoy, un 14 de julio, Leonor escupe sangre.

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1 Carta a José Ortega y Gasset, del 2 de mayo de 1913. En Obras Completas, t. II, Prosas Completas, ed. de Oreste Macrí y Gaetano Chiappini, Madrid, Espasa-Calpe, 1989, p. 1531.

José Machado, «Antonio y Manuel Machado vistos por su hermano José», Documento en Cervantes virtual: “En su famoso libro Campos de Castilla ‒que por cierto escribió en París, en parte…” (43).

3 Secretario de la Junta para Ampliación de Estudios.

4 Bernard Sesé, «Antonio Machado y París». Open Editions Book, Casa de Velázquez, 1994. Apreciamos una inexactitud cuando Machado afirma haber vivido más de dos años en París se refiere al total de las tres estancias, aunque la suma no alcanza los dos años.