Los textos que siguen iban a formar parte de un libro, Los
Pedroches. Instantáneas,
alentado por la Asociación Guadamatilla y editado en 2007 por la
Diputación Provincial y el Ayuntamiento de El Viso, un hermoso
empeño colectivo
que aunaba el trabajo de 13 fotógrafos de la comarca y dos
escritores, Alejandro López Andrada y yo mismo.
Dividido en 10 secciones ‒paisajes,
blanco y negro, color, la dehesa, el agua, los animales, montes,
plantas, detalles y de humanos‒, el
libro presenta un completo y
magnífico recorrido fotográfico por la dehesa.
Mi
primera intención fue escribir textos en prosa, pero al final, en
consonancia con el subtítulo ‒Instantáneas‒,
decidí que lo más apropiado eran los haikus, esos poemas miniatura
japoneses que no dejan de ser instantáneas, sólo que hechas con
palabras. Y me olvidé de los textos en prosa.
Hasta
que ayer, revisando unos viejos CD-ROM
encontré un archivo titulado ByN y lo abrí. Allí estaban las
prosas que primeramente escribí para Los Pedroches.
Instantáneas, que reproduzco
tal cual.
Blanco y negro
1
El
espíritu de la tierra es la resistencia. Los cuatro elementos —la
esencia del cosmos— pasan por la encina, que da hospedaje y
alimento a los animales, protege a los campesinos y a los guerreros,
que la abrazan antes de marchar a la batalla, encarna la valentía;
sus dos bellotas en las varas de mando simbolizan la capacidad de
mediación de los buenos gobernantes.
2
Los seres elementales sueñan. Las rocas, en su origen primero: la
luz. El fuego. El magma. La gran roca madre: el gran batolito.
3
Los espartos, las
altas espigas, los troncos, sueñan anclados a la tierra, a la piedra,
miran hacia arriba:
Nubes
Arriba
nacen.
Sobre
nosotros pasan.
Atrás
nos dejan.
4
El agua corre elemental, baja desde el vientre de la roca, con su
hermoso cuerpo ondulante, transparente y fugitiva a los abrazos. De
ella aprendieron las culebras y las caminos.
5
En el bosque de Dodona, el oráculo hace sus vaticinios por el
murmullo del viento entre las hojas, o por el tintineo de unas
campanillas de bronce colgadas de sus ramas. El árbol sagrado. El
corazón de la dehesa.
6
La materia —la madera— se resiste a caer. Se aferra con sus
fuertes uñas, se retuerce en el aire, busca el equilibrio. Es una
forma de la resistencia. Como un viejo soldado, tiene cicatrices de
20 guerras. Al fondo, la tragedia, el drama —el bulto— en negro
de un árbol tocado por el rayo.