En honor de todas aquellas personas que pasaron por el campo de
concentración nazi de Gross-Rosen (Polonia), en especial para el deportado
torrecampeño Rufo López Romero y todos sus descendientes. Honor y
Gloria.
Era una mañana soleada del pasado mes de agosto, después de una
noche lluviosa, cuando partimos hacia el campo de concentración nazi
de Gross-Rosen en Polonia. Llevábamos mucha ilusión por verlo y por
la expectación ante lo que iba a ocurrir, ya que además de querer
visitarlo, íbamos como delegación de la Asociación Triángulo Azul
Stolpersteine de Córdoba, a la que pertenecemos Juan Carlos y una
servidora. Al paso por el pueblo el nerviosismo crece, más si cabe,
cuando ves una vez más los campos de maíz, característicos de los
alrededores de los campos concentracionarios. Todavía no me explico
el porqué de estos campos cuando a los internos nunca los
alimentaron con este producto.
Llegamos más o menos a la hora acordada y nos dirigimos al punto de
información donde se encuentra nuestra anfitriona, Silvia, una mujer
super agradable que se desvive por ayudarnos ante nuestro inglés
hispánico. Nos dice que habla un poco de español y que sabe quiénes
somos pues nos esperaban. Allí les decimos que queremos hacerle
entrega de tres libros editados por nuestra asociación, y un cartel
pedagógico muy especial, dirigido a nuestro querido Rufo López
Romero y a sus familiares, y de paso honrar a otros republicanos
cordobeses y españoles que pasaron por allí. Rufo era natural de
Torrecampo, Córdoba, republicano que tuvo que huir como tantos miles
hacia Francia una vez perdida la Guerra Civil Española, donde lo
esperaron numerosos campos de concentración y de internamiento como
Argelès Sur Mer o Septfond. Rufo era un deportado Nachte und
Nebel, Noche y Niebla, o sea, un condenado a desaparecer por el
régimen nazi por pasar a la resistencia armas y munición.
En la estrategia para hacerlos desaparecer, llega a Polonia, al
campo de Gross-Rosen, un 10 de mayo de 1944, donde permanece nueve
meses hasta que lo deportaron al campo de Mittelbau Dora. Finalmente,
las tropas norteamericanas lo liberaron en 1945. Sobrevivió gracias
a su oficio de herrero pero solo pesaba 40 kilos. No queremos pensar
lo que pasaría por su mente. Tras la liberación, consigue reunirse
con su esposa en Perpiñán y vive con sus hijos Tomás, Juana Josefa
y Carmen en Francia el resto de su vida.
Gross-Rosen se estableció en el verano de 1940 como un satélite
del campo de Sachsenhausen, convirtiéndose en un campo independiente
el 1 de mayo de 1941. Al principio, el trabajo se hacía en la gran
cantera del campo, propiedad de la empresa de las SS Deutsche Erd-
und Steinwerke GmbH. Cuando el complejo creció, muchos presos
trabajaron en la construcción de las instalaciones del campo.
Gross-Rosen era conocido por el tratamiento brutal de los presos NN
( Nacht und Nebel), especialmente en la cantera. El trato inhumano de
los presos políticos y de los judíos no se debía sólo a los SS y
a los presos delincuentes, sino en una medida menor también a
alemanes civiles que trabajaban en la cantera. En 1942, el tiempo
medio de supervivencia para los prisioneros políticos era menos de
dos meses. Debido a un cambio en las políticas, en agosto de 1942
los prisioneros estuvieron más tiempo porque se les necesitaba como
trabajadores esclavos en la industria alemana. Por eso, los
prisioneros que no podían trabajar y que no morían en cuestión de
días eran enviados a Dachau en lo que se llamaban transportes de
inválidos.
En el momento de mayor actividad en 1944, el complejo de Gross-Rosen
llegó a tener hasta
sesenta subcampos, situados en el este de Alemania y en la Polonia
ocupada. En su fase final la población de los campos de Gross-Rosen
representó el 11% en el conjunto de los campos nazis en aquel
tiempo. Un total de 125.000 personas de varias nacionalidades pasó
por el complejo a lo largo de su existencia y de ellos cerca de
40.000 murieron allí o en transportes de evacuación. El campo fue
liberado el 14 de febrero de 1945 por el Ejército Rojo.
Un total de más de 500 guardianas femeninas del campo fueron
entrenadas en el complejo de Gross-Rosen. Las mujeres SS tuvieron a
su cargo los campos de mujeres de Brünnlitz (situado en
Checoslovaquia, en la ciudad de Brünnlitz, el lugar donde los judíos
salvados por Oskar Schindler estuvieron internados), Graeben,
Gruenberg, Gruschwitz Neusalz, Hundsfeld, Kratzau II, Oberalstadt,
Reichenbach, y Schlesiersee Schanzenbau.
Silvia no dudó ni un momento y nos dirigió al memorial del museo,
situado en la antigua cantina de los SS, hoy en día convertido en
una maravillosa exposición permanente. En su interior nos espera
Marta, nuestra guía de habla inglesa, ya que solo tienen de este
idioma y de polaco. Hacemos la entrega y las fotos pertinentes y con
gran amabilidad nos explica la exposición y los entresijos de todo
el campo a través de una maqueta grandiosa existente en el interior.
Después escribimos una dedicatoria en el libro de firmas en nombre
de nuestra asociación y de nosotros mismos.
En la exposición se puede ver además de la maqueta, unas vidrieras
preciosas de distintos colores que representan el dolor de los
deportados con sus trajes a rayas azules, parte de un gran archivo
conservado, así como el funcionamiento cotidiano de las mujeres y
hombres internados, los materiales que utilizaban para los trabajos
forzados, etc. Finalizado este recorrido nos vamos camino del campo
en sí.
A lo lejos se abre un camino largo, hasta que llegas a la portada
característica de los campos nazis, donde no falta el letrero de
Arbeit Macht Frei, el trabajo os hará libres. Ya empieza a
encogerse el corazón. A los lados dos barracones con exposiciones de
lo que fue el período nazi y el funcionamiento del campo. A la
derecha antes de cruzar el umbral, un enorme monolito que representa
la extenuación y el trabajo forzado hasta límites insospechables,
seguido de dos vagonetas en unos raíles con piedras de granito.
Detrás de este monumento se alza una escalera en donde te abren paso
enormes piedras para acabar en la cantera. El camino hacia la cantera
es inmenso. Cuando vuelves la mirada, también ves el inmenso campo
concentracionario. Vas pasando por unas garitas de control de
trabajadores originarias y hay un sistema de escaleras y vagonetas al
fondo, hoy en día de exposición ,pero que dan un poco de pánico
pensando en lo que tuvo que ser. La cantera emana agua clara todavía
y existen unas máquinas para sacarla y drenarla. Alrededor de la
cantera se observa perfectamente el camino que utilizaban para llegar
en un día de trabajo y para la vuelta al campo, tanto para los
presos como para los militares. Eran puertas diferentes, tan
diferentes que observas que los presos tienen que subir cuestas y
cuestas y los militares salen por la principal que es por la que
hemos entrado y es más llana. Recogemos algunas piedras de granito
como recuerdo. Solo se escucha el silencio, los pájaros y las
explosiones de canteras a lo lejos que te asustan un poco. Alrededor
de toda esa zona nos damos cuenta de que predomina la explotación de
granito, mármoles, etc. Viven de ello desde tiempos inmemoriales.
De regreso de la cantera observamos las alambradas y los postes
donde un día todavía no lejano se tiraban presos del pánico para
acabar con sus vidas los deportados. Y cruzamos el umbral. Se abre a
lo largo la típica plaza principal o Appellplatz, realizada entera
de bloques de piedra de granito. En la trasera de la puerta un gran
reloj. Todo está en silencio, un matrimonio con sus dos hijos y unos
audios escuchan atenta y sigilosamente, otro grupo también lo
visitan, Juan Carlos realizando vídeos y fotos con su móvil, yo,
más adelante, cámara en mano, leyendo letreros y entrando a los
espacios. La plaza es más estrecha porque el campo está en la
ladera de la cantera. A nuestro paso vemos un edificio que eran las
cocinas del campo, donde se observan los lavaderos y algunos restos
para colgar los utensilios, son muy grandes. A continuación, los
blocks o barracones, todos delimitados, aunque derribados, numerados
en orden, rellenos de piedras de granito, con sus correspondientes
números y perfectamente cuidados, bueno, todo el campo está pulcro
y limpio y perfectamente estructurado y detallado. Una vez más
recojo piedras para el recuerdo porque son más oscuras.
Continuando el camino, a lo lejos se divisa un espacio lleno de paz
y armonía. Tengo que reconocer que no he visto un lugar más bonito
y a la vez más tenebroso. Son los crematorios y el memorial con las
lápidas. Estas descansan sobre el césped colocadas armoniosamente y
arropadas por un árbol como el de la vida, pero seco en su totalidad
representando la muerte. Las lágrimas caen por nuestras mejillas y
se hace una vez más un silencio sepulcral. El crematorio que queda
en pie está perfectamente adecentado y en su espalda, al fondo, se
divisa una garita de madera.
Bajamos hacia los barracones que quedan construidos y te encuentras
un grandioso monolito
erigido por Polonia en honor a todas las víctimas de todas las
nacionalidades que pasaron por el campo. Los barracones están
compuestos por las camas, sillas, mesas y literas donde estaban
internados, así como los baños, si se puede llamar así,
existentes. También hay fotografías y pinturas representativas. La
verdad es que salimos maravillados de tan bonita representación. Al
lado, en el fondo, se erige una cruz con espinas de los mártires.
Y estamos volviendo a la puerta por la plaza principal donde
formaban, seguimos viendo blocs y seguimos en silencio. Cuando cruzo
la puerta de vuelta pienso en como un lugar tan precioso pudo ser tan
terrorífico en tiempos no tan pasados, a dónde llega la
deshumanización del ser humano, cómo existen personas tan locas, y
que me ha gustado incluso más que otros campos que he visto, porque
en el silencio de la visita, ese silencio me lo ha explicado todo a
la perfección.
Hacemos una parada en un enorme salón para refrescarnos del calor y
beber algo de las máquinas expendedoras, ir al baño y salir. Entre
tanto hay una máquina de hacer monedas pero no llevamos suelto. Juan
Carlos se dirige a Silvia para ver cómo podemos pagarlas. Manda a su
hijo a sacarnos una moneda y nos la regala. Los polacos son
hospitalarios y atentos. Nos despedimos en la puerta de Silvia y le
damos las gracias inmensas por todo y continuamos nuestro viaje.
“Vivimos tanto tiempo, mientras uno se acuerda de nosotros”
(Stanislaw Zalewski)
Francisca Gálvez Pancorbo
Visita 18/08/2023