viernes, 27 de febrero de 2015

El nombre del padre

         
      Para la familia y los más amigos soy Pepito. Para los conocidos, Pepe. Para los vecinos, el yerno de Tarsicio, el que está casado con la nieta de Lunares; el yerno de Juanita, la hermana de Asunción.
         Para los alumnos, para las alumnas, Juan José, unas veces con el din y otras sin el don.
          Una compañera, por afectuoso apelativo, me llama Pérez.
         Para otra gente soy Pepe Pérez Zarco, el Pérez Zarco, o Pepe Pérez. Hasta Juanjo hay quien me dice, y Pepe Zarco y el Zarco.
      Sólo mi padre me llamaba así. Lo hacía cuando estábamos solos, arreglando algún desperfecto del pabellón al que acabábamos de mudarnos, instalando enchufes y bombillas, fijando con grapas los cables de la luz por la línea del zócalo, buscando en las carpinterías listones para embalar el espejo del armario, cambiando la correa del ventilador del Seiscientos. En los domingos de Trassierra, cuando preparábamos el perol. En los días felices de Adamuz, los dos solos en la Medialegua, trampeando zorzales. Cuando salía de servicio por la sierra y me lleva a caballo con él y hacíamos noche en las molinas y en los cortijos de la sierra. Cuando íbamos juntos a las ferreterías y me enseñaba el nombre de las herramientas y de las piezas. La tarde aquella de Zagrilla en que me enseñó a jugar al billar. La noche de verano en el Bembézar en que me invitó a mi primera pepsicola ... Ah ... las burbujas de la infancia .... 
         Sólo él, en esas ocasiones de camaradería entre padre e hijo, me llamaba Pepín.

         Pronto hará dos años que murió.

martes, 17 de febrero de 2015

Teselas (2)

         
       La redención por el amor, del amor: luminosa como una mañana de abril con cielos puros y primavera en flor.
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         Quién soy y qué he hecho con mi vida, y cómo me gustaría que fuera en lo que me queda.
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         Lo que hace uno con los años. Lo que hacen los años con uno.
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                 Homonimias
         Ambas palabras comparten origen, nacieron de la misma palabra árabe, zahr (flor), pero no por eso hay que confundirlas en nuestro romance hispano.
         Con frecuencia, un hecho fortuito, una casualidad, es la chiribita que prende en la llama íntima de unos versos, la centella que se eleva fugaz en un aforismo, el súbito destello que despierta a la musa dormida y nos pone manos a la obra en busca de un artículo, de un cuento, de una novela.
         En ese camino, desde la iluminación germinal hasta la escritura del texto, hay quien se convierte en botánico y llena sus versos, o sus párrafos, de flores y flores y más flores —líricos adjetivos, inusitadas sinestesias, melancólicas metáforas y atrevidas comparaciones—, de manera que el lector, más que reconfortado acaba embotado. El exceso de fragancias se convierte en tósigo aturdente, asfixiante.
         La escritura es azarosa. Pero el mucho azahar la hace pesarosa.

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sábado, 14 de febrero de 2015

Notas de lectura

      


  Autobiografismo, experiencia personal de la democracia, consideraciones de alguien atento a su alrededor. Retrato colectivo, radiografía moral de la España postransicional. Diagnóstico:  falta de ética y cretinidad de los políticos, causantes del desastre en que vivimos. Recomiendo una escena: el señor Camps en Nueva York: esperpento, bufa opereta.
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        La épica del barro y los piojos, de los cuerpos trizadoss por los obuses, del miedo de los soldados que saben que van a la muerte, de los desertores fusilados, de los mutilados, de las prostitutas que siguen a la tropa, de los mercaderes del hambre, de las ratas y las moscas devorando los ojos de los cadáveres, de la vida en las trincheras, del negocio de la guerra, de la vuelta a la normalidad, manco uno, ciego el otro, alucinado de por vida el de más allá.
         El patriotismo nunca me ha parecido razón para ir a una guerra. Aquel lema que presidía los cuarteles de mi infancia, Todo por la patria, tiene límites. Matar a otro o que te maten a ti es uno de ellos.
         Por otro lado, qué es la patria, quién define su concepto y con qué fin.

martes, 10 de febrero de 2015

Teselas (1)

Domingo. He aprovechado que lucía el sol para dar un  paseo. Arriba, el azul celeste, sin mácula, es la imagen de la infinitud. El aire limpio deja ver los perfiles nítidos de las sierras en varios planos de profundidad, los cortados de roca, las quebradas, los caminos y cortafuegos, los claros y las manchas de matorral. He subido hasta el cerro Miralobos y desde allí las veo llegar: avanzan despacio, deslumbrantes, majestuosas, apagando los brillos de la mañana. Ah, las nubes, exclamo para mis adentros con melancolía a pesar de la belleza de la estampa.

Arriba nacen
Sobre nosotros pasan
Atrás nos dejan
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         La mugre del tiempo, como la del tabaco, o la limpias, o te puede y te pudre la vida.

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         Documental en La 2 sobre Hitler y Mussolini. Los ve uno hacer cucamonas ante las cámaras, histriónicos en sus discursos, gallardos en los desfiles, sanguinarios sin escrúpulos, feroces perros totalitarios, nefastos borrones en las páginas de la Historia. Y comprueba que no estaban solos. Las multitudes se apretaban en los estadios, en las plazas y en las avenidas, llenaba los teatros y aplaudía enfervorizada. Por miles. Por millones.

domingo, 8 de febrero de 2015

Kαλλιγραφία

         
     Como regalo del seis de enero recibí el año pasado este cuaderno que comienzo un año después. El regalo era una invitación, una incitación, para que volviera a mis caros diarios, a esos escritos domésticos en que uno vierte sus rutinas y sus sorpresas, sus cabreos y sus íntimas alegrías, las horas muertas y las horas vivas de sus días.
         Volver a los ejercicios de mano, a la práctica dactilográfica —con los dátiles, dígitos o comúnmente dedos—, al rasgueo sobre el papel, a los puntos de las íes y los contrapuntos de las comas, a las fugas de las aes ...
         Recuperar la caligrafía del tiempo.

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