|
Fotografía: Edourad Boubat, May, 1968 |
Atenas es una ciudad pintada. Una ciudad tomada por el arte urbano,
barrocamente intervenida con murales, grafitis, plantillas y firmas.
Una ciudad visualmente okupada por el espray.
Lo que en principio era un simple e ingenuo grafiti contestatario
—¡Oh,
aquel Plutôt
la vie de
mayo del 68—
ha devenido intervención artística, arte urbano, street
art,
pero no ha perdido su propuesta para la reflexión, su naturaleza
política, su reivindicación cultural, su
brújula, su norte, en lo colectivo y la utopía. Quizá por eso me
he sentido en Atenas como en mi casa.
Aunque
también por sus bazares, por sus mercados de barrio,
por sus ferreterías y sus tiendas
de colchones,
por sus confiterías y por sus tenderetes de especias o de frutos
secos, por los cafés y restaurantes en plazas sombreadas, por la
lengua de los nativos, por la memoria de los filósofos, poetas y
dramaturgos invocados en los nombres de sus calles, por la belleza
oculta en la piedra que el cincel descubrió, por el ruido atronador
del tráfico, por el laberinto de los
barrios
populares, por
la plaza Sintagma, por la vieja y la nueva Atenas
que
sigue creyendo en la democracia y celebra el aniversario de la
creación del partido comunista o se manifiesta contra el genocidio
de los palestinos. Por
todo lo ateniense, por todo lo griego, en que nos hemos educado.
Visitad
la acrópolis. Emocionaos con la belleza del Partenón y las
Cariátides. Contemplad la obra del tiempo, y la del hombre, a
vuestros pies, en millones de fragmentos por
el suelo.
Volved a vuestros días de escuela y recordad la tríada —dórico,
jónico y corintio—,
el teatro
de Dionisos y el templo de Atenea, echad vuestra mirada
hacia el mar cercano,
azul, y navegad con vuestra imaginación...
Bajad
luego a la ciudad, a la Atenas de 2024, y encontraréis la huella del
espray en cualquier rincón. El nuevo orden artístico, la nueva
diversidad de estilos: la abstracción de unas manchas
de azul y negro en un muro blanco, las clásicas grecas, el
figurativismo futurista, los cuelgues psicodélicos, el realismo
mitológico, los mundos oníricos, el costumbrismo popular, el
hiperrealismo y el simbolismo, el realismo social, el tremendismo,
las consignas anarquistas, el
cubismo lineal, las manchas simbólicas, a lo Pollock, contra los
apartamentos turísticos de
alquiler, la maravilla de
otro alfabeto, el barroquismo —la
okupación—
del espray.
Toda una
ciudad en que entretener la
mirada y la
mente.