lunes, 28 de noviembre de 2022

Dolorido sentir

 Impresionante, esa fue la palabra emocionada que me salió espontáneamente cuando llegué a los versos finales de Un año y tres meses, el último libro de Luis García Montero, sobre la enfermedad y muerte de su mujer, Almudena Grandes. Bellísimo cancionero de amor y de dolor, que trasciende lo puramente personal para alzarse en una meditación de alcance universal sobre el amor como centro iluminador de la existencia, y sobre el vacío en que nos sume la desaparición de la persona querida.

La primera parte (12 poemas durante la enfermedad) comienza con una pareja que pasea por la playa al anochecer, inquieta ante el temible diagnóstico ‒Qué difícil andar con pies descalzos / y miedo a lo que corta‒; el poema termina con claras resonancias de Luis de Góngora: Orillas del mar, / dejadnos soñar. Le siguen poemas donde se recrea la cotidianeidad de la pareja que lee de noche en la cama y cuyas lecturas se meten en el sueño del otro: También es el amor una luz negociada … Historias que se enlazan como cuerpos; las estancias en el hospital, la quimioterapia, el cuidado del enfermo y el cuidado del cuidador, el diagnóstico fatal como una escalofriante agua fría con ecos de Jorge Manrique ‒Seguro que está el mar / detrás de su maldito / correr indiferente‒; el extraño orden en la casa, que no responde al desorden propio y auténtico de la vida antes de la enfermedad; el ser consciente de que uno es el que sobrevive ‒Nunca había previsto que me tocase a mí / cerrar la puerta, apagar la luz / cuando el reloj se agote; o la complicidad de ideas, de actitudes, la resistencia, y la calma ante el ya inevitable final: Con pocas fuerzas hoy, / el cielo de Madrid nos mira triste. / Una vez más nos faltan aliados / en las trincheras últimas de nuestros corazones.

En la segunda parte (12 poemas in morte), se evocan los primeros encuentros de la pareja, cuando las ideas estaban claras y alentaba la ilusión, se expresa el continuo pesar de la ausencia ‒Supongo que este modo de sentirse / definitivamente hundido / es una forma mía de estar enamorado / para empezar de nuevo / unas vida distinta / con el amor de siempre‒; el vacío de la casa ‒la falta de costumbre de un silencio / o de un sofá a la deriva / o del ordenador y la butaca / que me miran sin ojos / al pasar por la puerta del despacho, la ausencia de la fe religiosa como consuelo, la lucha contra los molinos de la melancolía cuando el poeta viaja hacia la casa de vacaciones, la terrible mudanza en la vida que acarrea la muerte, el asumir la vida en soledad y quedar solo con los recuerdos.

Finalmente, en el epílogo, se hace balance del duro proceso ‒diagnóstico, septiembre 2020; muerte, noviembre 2021‒ en el conmovedor poema que da título al libro, del que subrayo este hermosísimo alejandrino, luminoso, paradójico, doloroso y feliz a un tiempo: No me quejo de verte morir entre mis brazos.

Destaco también la imagen sincera, cercana, del hombre herido por el trágico e inesperado desastre, que lo instala en un vacío del que sólo puede salir recurriendo a lo mejor de sí mismo, a la poesía, a la sensibilidad y a la ternura, al inmenso amor, vivificante y fecundo para los dos, que supuso la mujer amada.

Y la asunción, como en los cancioneros medievales, de que la muerte iguala a los que se marchan, pero también a los que quedan en el dolor y la ausencia y tienen que sobrevivir. La vida, como asumía Rilke, lleva enquistada en sí la muerte.


viernes, 25 de noviembre de 2022

Ad mulierem

 Existe en el arte de la oratoria un tipo de argumento llamado ad hominen, que consiste en descalificar personalmente al interlocutor con quien se está en controversia, independientemente de las ideas que defienda. Es una especie de golpe bajo, una puñalada trapera o una patada en la boca que se le propina para achantarlo, para confundirlo, para tratar de que pierda los papeles y anular la fuerza de sus palabras. Quien recurre a tal argumento demuestra lo débil e infundado de los suyos. En beneficio de la inteligencia, deme otros argumentos, hay que responder a quienes se valen de este malintencionado proceder.

Estos días de atrás hemos asistido al bochornoso espectáculo de polític@s menospreciando, denigrando, ofendiendo y descalificando como energúmen@s a una ministra, como nunca he oído en sede parlamentaria alguna, con expresiones que producen sonrojo, vergüenza e indignación.

La mayor parte de estas venenosas injurias salidas de voces peperas, voxeras y ciudadanas tiene que ver con la condición de mujer de la ministra, son prueba incontestable de violencia machista verbal, de acoso laboral, de cacería ideológica, pero no he visto ningún telediario que abra con el rechazo tajante de tal actitud, ningún periódico que la condene en grandes titulares, ninguna voz sensata de esas mismas formaciones políticas que llame al respeto y a la educación política. Ni siquiera en sedes de la soberanía popular como el Senado o el Parlamento he visto sanciones por tal violencia verbal.

Quienes llevan adelante este acoso e intento de derribo de la ministra, actúan, metafóricamente, como esas adolescentes que hace unos días aparecieron en todos los medios dándole patadas, puñetazos e insultando a una compañera de instituto. Y quienes grabaron y jalearon a las agresoras, o se pusieron de perfil, sin preocuparse de la víctima, son, manteniendo la metáfora, quienes votan a estos partidos políticos que consideran que todo vale para instalarse y perpetuarse en el poder.

¿En qué quieren convertirnos esta mala gente?


martes, 22 de noviembre de 2022

14 Exterior noche

 Como ejército de inmóviles sombras, nítidas se recortan en la noche azul las oscuras siluetas de las encinas.


miércoles, 16 de noviembre de 2022

martes, 15 de noviembre de 2022

13 Un momento

    Un momento de silencio total. Y de quietud. Ni vuelos. Ni cantos. Ni aire que cunda rumores. La vida detenida.

Bajo el sol inclemente de agosto, los pastos secos y la impresión de abandono acentúan la imagen de desierto.

Más aún cuando te encuentras el garabato de una encina muerta. 


martes, 8 de noviembre de 2022

12 Lírico

    Lírico se pone uno cuando sale a caminar por la dehesa antes que asome el sol tras las sierras y apunta en su memoria poéticos sintagmas ‒delicada flor del alba, temblor de rosas, apacible son de esquilas‒, y ya en casa los traslada al papel en busca de unos versos, de un poema que acoja la belleza de estas primeras luces y músicas del día…

Y la fragancia del hinojo al pasar por ciertas vaguadas...


viernes, 4 de noviembre de 2022

11 Primo vere

 Oh, qué belleza de blancos y amarillos, de verdes, azules y rojos; de formas y texturas, de tallos, pétalos y fragancias.

Espinos y amapolas, jaras, avenas y rosas silvestres, lirios, cardos, tomillos y cantuesos, aulagas, retamas, juncos y cañahejas. Álamos, moreras, acacias, encinas.

El bordado de la primavera.

En mágica sinfonía, sobre el rumor del agua río abajo, las arias y romanzas, los duetos de los pájaros en las zarzas y espesuras de la ribera.

Y el zumbido de los insectos que revolotean a mi paso, invitándome a esta espléndida fiesta del renacer.


martes, 1 de noviembre de 2022

10 Tordo en la tarde

Acaba de llegar. Se ha posado en el extremo de la varilla de una antena de televisión. Ahí está. Es el mismo de estos días de atrás. Gira la cabeza a un lado y a otro. Agita sus alas, las plumas de la cola, hunde varias veces el pico en el pecho. Y finalmente se extasía en su perfil. Como posando. Como si supiera que lo observo desde mi ventana y que trazo en estas líneas su lírica silueta negra nítidamente recortada en el cielo gris húmedo del atardecer.