martes, 15 de febrero de 2022

Canciones que van y vienen

 

Emblema de las Brigadas Internacionales

A veces, para tomar notas o pasar a limpio un texto, abro Spotify y pongo alguna música que me apetezca o se me ocurra en ese momento. Ayer por la tarde, mientras ideaba la biografía de un escritor de Los Pedroches que había viajado a Nueva York en 1975, para ambientarme, tecleé «Woody Guthrie» y pulsé el reproductor. Cuando llevaba ya quince o veinte minutos con el fondo de aquellas canciones irónicas contra el sistema y contra la guerra de Vietnam, empezó a sonar «Jarama Valley» ‒«There's a valley in Spain called Jarama // It's a place that we all know so well // It was there that we fought against the fascists // We saw a peaceful valley turn to hell». (Hay un valle en España llamado Jarama. Es un lugar que todos conocemos muy bien. Fue allí donde luchamos contra los fascistas. Vimos un valle pacífico convertirse en un infierno)‒, una balada que habla sobre la batalla del Jarama, durante la guerra civil, entre el 6 y el 27 de febrero de 1937. Se cumplen, pues, en estos días, 85 años de aquella cruenta batalla en la que murieron 2500 brigadistas internacionales.

En las décadas del sesenta y del setenta, esta versión del gran Woody Guthrie era una especie de himno, minoritario, que aglutinaba a las gentes de izquierda en Estados Unidos, Irlanda, Reino Unido y España. Recordaba el compromiso ideológico de miles de brigadistas ‒las cifras más autorizadas llegan a 35 000 hombres, muchos de ellos comunistas‒ , la heroica defensa de Madrid y el orgullo de haber combatido como hijos de la tierra, junto a los españoles, en la XV Brigada Internacional, compuesta por británicos, irlandeses, estadounidenses y canadienses.

La pegadiza melodía pertenece a una nostálgica balada popular irlandesa, «Red River Valley», documentada en Canadá hacia 1880, cuya letra, obviamente, nada tenía que ver con la guerra civil española. La versión más antigua que se ha conservado de aquella balada trata un tema universal: el dolor de una mujer al despedirse de su amor, como en las jarchas mozárabes y en las cantigas gallego-portuguesas, solo que con otra variante, que nos recuerda el precioso romancillo gongorino «La más bella niña». En la tonada irlandesa, una joven se ha enamorado de un soldado, que ha de seguir a su batallón. Una estrofa de esa canción-madre es la que canta Henry Fonda en la película de John Ford, Las uvas de la ira, basada en la extraordinaria novela homónima de John Steinbeck, en la escena del baile con su madre: «Come step by my side if you love me // do not hasten to bid me «adieu» // but remember the red river valley // and the boy who has loved you so true».  (Ven, siéntate a mi lado si me quieres // No te des prisa en decirme adiós // Sólo recuerda el Valle del Río Rojo // Y al muchacho que tanto te ha amado).

La melodía de esa antigua canción irlandesa fue aprovechada en 1937 por un obrero de Glasgow con su aquel de poeta, Alex Mac Dade, comisario político del batallón británico, integrado en la XV Brigada Internacional, que actualizó la letra refiriéndola a la célebre batalla por la defensa de Madrid: 



There’s a valley in Spain called Jarama,
That's a place that we all know so well,
for 'tis there that we wasted our manhood,
And most of our old age as well.

From this valley they tell us we're leaving
But don't hasten to bid us adieu
For e'en though we make our departure
We'll be back in an hour or two.

Oh, we're proud of our British Battalion,
And the marathon record it's made,
Please do us this one little favour
And take this last word to Brigade:

You will never be happy with strangers,
They would not understand you as we,
So remember the Jarama Valley
And the old men who wait patiently".

***


Hay un valle en España que se llama Jarama,
Es un lugar que todos conocemos muy bien,
ya que allí desperdiciamos nuestra juventud,
Y la mayor parte de nuestra vejez también.

De este valle nos dicen que nos vamos,
Pero no te apresures a decirnos adiós,
Porque aunque nos vayamos
Volveremos muy pronto.

Oh, estamos orgullosos de nuestro Batallón Británico,
Y del récord de maratón que ha hecho.
Por favor, haznos este pequeño favor
Y lleva esta última palabra a la Brigada.

“Nunca serás feliz con extraños,
No os entenderían como nosotros,
Así que recuerda el Valle del Jarama
Y a los viejos que esperan pacientemente”.

 

Alex Mac Dade resultó herido en el Jarama y murió unos meses después, el primer día de la batalla de Brunete, seis de julio de 1937. Su letra fue modificada varias veces, primero durante la guerra civil y luego en Inglaterra, para la ceremonia de bienvenida a los brigadistas repatriados, celebrada en Londres. Hubo también una “adaptación” estadounidense, en la que se nombraba a la Brigada Lincoln, que es la que grabó Woody Guthrie en Songs of the Spanish Civil War (1962), y la que escuchaba ayer tarde. 

La transformación de una canción en otra, de la que conserva la melodía pero no la letra, es moneda corriente en la música popular. En nuestra tradición literaria, esa metamorfosis se comprueba, por ejemplo, en los romances y sus múltiples variantes regionales o locales. Esa es la señal de que la canción está viva en el espíritu popular, que la transforma y la conserva. En   «Jarama Valley», nos encontramos con una canción irlandesa que sigue dos caminos muy distantes entre sí.  En el último tercio del siglo XIX, por vía irlandesa, la primitiva balada cruzó el Atlántico, llegó a Norteamérica y se convirtió en una canción folklórica, que con su genuino título, «Red River Valley», conoce cientos de versiones rítmicas. Más tarde, casi setenta años después, y por vía británica, llega al Madrid acosado de la guerra civil, se le cambia letra y se convierte en un himno izquierdista internacional, «Jarama Valley».

En una guerra, las canciones también van al frente, se cantan en las trincheras, se corean en  los mítines y resuenan en los desfiles, son elementos que definen y cohesionan la colectividad, himnos que enaltecen el valor de los combatientes, lo épico de una batalla, el sacrificio por la patria, la camaradería y la solidaridad con el pueblo, los ideales políticos que llevan a empuñar las armas. En nuestra guerra civil hubo más canciones que se transformaron en otras. Citaré solamente «El Café de Chinitas», que los anarquistas transformaron en el famoso himno miliciano «En la plaza de mi pueblo».

Por los mismos años en que se escuchaban las versiones “brigadistas” de «Jarama Valley» en las voces de Woody Guthrie y de Pete Seeger, el grupo Mocedades cantaba en inglés «Red River Valley», y en las iglesias españolas empezó a corearse una versión a lo católico de la antigua canción irlandesa, que recordarán sin duda quienes entonces frecuentaran los templos: 



Junto a ti al caer de la tarde,
y cansados de nuestra labor,
te ofrecemos con todos los hombres
el trabajo, el descanso, el amor.

Con la noche las sombras nos cercan
y regresa la alondra a su hogar;
nuestro hogar son tus manos, ¡oh Padre!
y tu amor nuestro nido será.

Cuando al fin nos recoja tu mano
para hacernos gozar de tu paz,
reunidos en torno a tu mesa
nos darás la perfecta hermandad.

Te pedimos Señor, que nos nutras
con el pan que del cielo bajó
y renazca en nosotros la vida
con la fe, la esperanza, el amor.

Yo mismo me recuerdo adolescente cantando la última estrofa, no sé dónde la aprendí, si de la radio, o de mis amigos, de una versión que hasta ahora no he sabido que era un himno de los scouts:



Al partir mira el valle y contempla
nuestra tierra, su triste canción,
los amigos que juntos luchamos
y que ahora nos une tu Dios.

Por edad, y por convicción personal, pertenezco a una generación cuya educación no está exclusivamente sustentada en los libros, sino también en otros medios de comunicación masivos como los discos y las películas. Escuchar a unos cantantes ‒Aute, Paco Ibáñez, Luis Llach, Serrat‒  no era lo mismo que escuchar a Camilo Sesto, Miguel Gallardo o José Luis Perales. Ni ver las películas de Pajares-Esteso y Antonio Ozores era igual que ver las de Buñuel o Berlanga. La música, como el cine, es una escuela, que te enseña a conocer la realidad, a pensar, a cuestionarte, a posicionarte ante los demás, a construir tu propio pensamiento crítico. 

Una parte importante de mí está en las músicas que escucho. Cómo olvidar que con las canciones de Bob Dylan conocí a Woody Guthrie, y que con una de las canciones de éste fui consciente de los miles de brigadistas internacionales que comprometieron su vida por derrotar a Franco, a Hitler, a Mussolini. Luego vinieron los libros, sí, pero antes estaba esa canción que ayer volví a escuchar.

***

Tom Joad, interpretado por Henry Fonda, canta "Red River Valley"

Woody Guthrie canta "Jarama Valley"

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