martes, 8 de febrero de 2022

Kit del bohemio

 Como regalo de Reyes, recibí de Álvaro y Paula un cuaderno con las tapas duras que imitan una encuadernación antigua en piel con grecas doradas. En la primera página, y escrito en tinta por Paula, el título, Manuel du parfait absinthier. En la hoja que sigue, el Mode d’emploi pour la parfaite goulée d’absinthe, que copio a continuación.

Instruments:

  • Absinthe

  • Ta nouvelle coupe et ta nouvelle cuillère

  • 1 morceau de sucre

  • 1 verre d’eau


  • Poser la cuillère sur la coupe avec de l’absinthe.

  • Déposer le morceau de sucre sur la cuillère.

  • Verser l’eau sur le morceau de sucre.

  • Boire d’un trait… et voilà!


Claro está que el cuaderno, en el que copiaré a limpio los poemas que escriba a partir de hoy, venía acompañado de una botella de absenta, una cucharilla y una hermosa copa de cristal tallado. Esta noche he tomado una absenta mientras leía unos versos de Verlaine.

Al hombre Paul Verlaine, una parte del carácter —sus prontos violentos— le venía de sangre, de la rama paterna: de su bisabuelo, el carretero Jean; del abuelo notario, Henry Joseph, y de su padre, Nicolas Auguste Verlaine, ingeniero militar.

El niño Paul Verlaine tuvo en París una infancia con los mimos y atenciones de una familia acomodada. Hasta los once años fue un buen estudiante, pero entonces le dio por los versos. A los catorce envía una carta admirativa y un poema a Víctor Hugo. Lee a Banville, a Glatigny, a Saint-Beuve y a nuestra Teresa de Jesús.

En medio de esas lecturas se le cuela el amor por una prima y el muchacho, con 18 años, recién terminado el bachillerato, presenta una muy preocupante afición por la bebida, asiste a tertulias parnasianas, a veladas musicales y ve impreso su primer poema en la Revista del progreso.

El padre intenta evitar el descarrío del hijo y le busca trabajo en una casa de seguros, que deja al poco tiempo por otro de escribiente en el ayuntamiento parisino. ¿Se enmendará y sentará cabeza?

Corre el año 1865, muere el capitán Nicolas Auguste Verlaine, y el poeta sigue publicando versos, artículos y ensayos críticos. Con 22 años firma su primer libro, Poemas saturnianos. Al año siguiente muere Elisa Moncomble, aquel amor platónico adolescente, y nuestro poeta se entrega al dolor y a la botella.

Unos meses después, en edición sin licencia, aparecen publicadas unas escenas de amor sáfico firmadas por un sospechoso Paul de Herlanes, que anda fonéticamente muy cerca de Paul Verlaine.

El poeta frecuenta las soirées donde se vierte la absenta del Parnaso y el decadentismo. Él mismo es ya uno de esos bohemios entre los que encuentra colaboradores, buenos camaradas y amigos.

Durante el verano de 1869, recién dadas sus Fêtes galantes, el poeta se emborracha a menudo y se encanalla: la violencia de la sangre lo lleva a varias intentonas de acabar con su madre, que todos los martes ve su casa llena con los bohemios amigos de su hijo. En esta época se hace novio de Mathilde Mauté de Fleurville.

Para evitar el alistamiento y la marcha al frente en la guerra franco-prusiana, Verlaine adelanta su boda; sigue en la escribanía municipal y además presta servicios militares durante el sitio de París. Pero poco resiste el héroe cívico, y antes del año ya es un maltratador confeso, borracho y violento.

Cuando se proclama la Comuna en el París de 1871, nuestro hombre se encarga de la oficina de propaganda y prensa. Una vez vueltas las aguas a su cauce, se aleja unos meses de la capital para evitar la cárcel. A su regreso se instala en la casa de sus suegros. Un papelón.

Un papelón que se agranda el día que llama a la puerta un joven de Charlesville, un tal Arthur Rimbaud, admirador del poeta, y se queda unos días con ellos. Añádase, para tensar más la cuerda, el embarazo de Mathilde.

A partir de ese momento, la vida de Paul Verlaine cambia de rumbo.


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