Qué hermoso este caer de la noche en melancólica sinfonía de azules y naranjas, de grises, blancos y morados en las nubes. De verdes en la tierra.
Conforme avanzo por la carretera ‒últimos trasiegos y cantos de los tordos en los altos alambres, de los gorriones en la fronda de los olivos‒, los colores van uniformándose rápidamente hacia el gris plomo, que termina fundido con el negro de la noche cuando llego a casa.
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