jueves, 2 de marzo de 2023

Supervivencia (lingüística) y vendedores de humo

 Se gestó durante siglos en contacto con hablas germánicas y semíticas, con restos de viejas lenguas prerromanas y con el vasco; nació literariamente con las jarchas, con los cantares de gesta y con los milagros marianos traducidos por Berceo; fue creciendo con Juan Ruiz, los romances, Manrique y La Celestina; alcanzó esplendor de oro en el XVI y en el XVII; sufrió el sarampión galicista del neoclasicismo y el rococó; se repuso en manos de los románticos, de los realistas y de los naturalistas; alcanzó altas cumbres en la primera treintena del siglo XX, y aquí lo tenemos, boyante, en expansión, en este siglo XXI, entre las cuatro grandes lenguas del mundo, con más de quinientos millones de hablantes. El español está vivo porque ha sabido sobrevivir, porque se ha adaptado a las circunstancias históricas, porque es la lengua de grandes obras maestras de la literatura que han suscitado interés universal, porque tiene recursos para enriquecerse y antídotos para defenderse, porque sus hablantes carecen de complejo lingüístico y la usan ante los hablantes de otras lenguas.

Uno de los mecanismos que nuestra lengua utiliza para adaptarse al contexto, al medio ambiente, es el neologismo, que se logra por distintos medios: creación de una nueva forma a partir de elementos léxicos disponibles (metaverso), adición de nuevos significados a palabras ya existente (virus informático), o recurso al préstamo, al tomarlo de otra lengua (twitter).

La palabra que nos ocupa hoy tiene que ver con la reciente declaración del alcalde de Madrid al marcar el objetivo de su partido: «El PP tiene que hacer lo que mejor se nos ha dado, acudir a salvar España». Casi nada, salvar España. Qué alto afán. Y enseguida acudió la lengua para nominar a esa gente, autopresentada como patriota en grado máximo, que se sacrifica en pro de la nación y se presenta como redentora de todos los males: salvapatrias.

La palabra salvapatrias es un sustantivo de género común, que puede usarse en singular o en plural, formada por un verbo en forma personal más un sustantivo en plural. En el artículo titulado «salvapatrias m. y f.», publicado en el blog Martes neológico (16 junio 2020), la filóloga M.ª Ángeles García Aranda escribe que el término nombra a «todo aquel que se ha erigido, con intereses personales y partidistas, como protector de un país que considera que está amenazado, por lo que trata de imponer un nuevo orden social sin renunciar a la violencia, a la mentira o a la supresión de los derechos de los ciudadanos a los que dice proteger». Creada en los años ochenta del siglo pasado para señalar a golpistas y dictadores españoles, la palabra sirvió más tarde para nombrar también a los terroristas etarras y, finalmente, para señalar a polític@s populistas que afirman defender a España de ideologías extremas. Puntualiza también la profesora García Aranda el matiz peyorativo y la intención irónica o humorística con que se utiliza, pues no se considera precisamente que tales personas salven a la patria de nada, sino que, al contrario, constituyen una amenaza para ella.

Mi memoria asocia salvapatrias con caudillo, con quién se sumó a un sangriento golpe militar y abanderó la cruzada de liberación para salvar a España de todos los males que la amenazaban, con aquel que entregó su vida en la lucha contra el comunismo y el contubernio judeomasón, contra quienes impedían que España fuese una unidad de destino en lo universal. Desconfía uno de los redentores. No creo que seamos más libres y más felices en un país gobernado por quienes defienden sin pudor el liberalismo salvaje (privatización de lo público, expulsión de inmigrantes, protección de los grandes capitales, control de la justicia...).

No cree uno en esos títeres del dinero que se corrompen con tan suma facilidad. Ni siquiera cree uno que tales gentes, que tanto presumen de patriotismo y sacrificio por la patria, sean realmente unos buenos patriotas; son más bien gentes mendaces, falsos adalides, vendedores de humo, que desde una injustificada postura apocalíptica, invocan al miedo del electorado, presentando un país en situación de catástrofe y máxima emergencia, que solo ellos sabrán reconstruir y reconducir.

Que la democracia y las urnas nos libren de salvapatrias.


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