Desde el punto de vista laboral,
el documento nº 8 nos ofrece una taxonomía del oficio pastoril que contempla
cuatro categorías profesionales con sus correspondientes, diferenciadas,
remuneraciones en dinero y en especie. (Para los niños pastores hemos optado
por el sustantivo “zagalillos”, vieja palabra que aún se oye en boca de los
mayores de la localidad para referirse a los muchachos en esa edad fronteriza
entre el fin de la niñez y la pubertad.)
Sintetizamos
en la tabla que sigue las Peticiones de
Pastores:
Detengámonos, primero, en los
hombres (de 20 años en adelante). Entre ellos se establece una diferencia,
según apalabren, o no, lo que en el oficio se conocía como la escusa,
una figura consuetudinaria por la que el dueño del ganado concederá, como pago
en especie, un determinado número de cabezas (17 ovejas de piara), que el pastor podrá apacentar con las del amo.
Si el pastor lo es sin escusa (sin piara),
recibirá en compensación 170 reales al año y mayor jornal (10 reales). Hacemos aquí breve inciso para recordar que
en la sesión de 9 de febrero de 1918, los ediles torrecampeños establecieron
para ese año el jornal de un bracero en la cantidad de 2,50 pesetas.
Salvo
la compensación por trabajar sin piara, los hombres percibirán iguales
cantidades de jato para la semana y
sus tres ovejas de tasajo para el año, así como el derecho de un día libre al
mes. Entendemos que tanto unos como otros recibirían, también como pago en
especie, igual cantidad de leche y de lo ilegible que aparece al comienzo de la
segunda carilla del escrito.
Entre
los más jóvenes habrá también dos categorías, según la edad, zagales y
zagalillos. Los primeros ganarán 2,5 reales, recibirán el mismo jato semanal que los hombres y 2 ovejas
en salazón al año. No podemos asegurar, porque el documento no lo especifica,
si también se les asignaría la misma cantidad de leche y de lo ilegible que los
hombres, ni tampoco si librarían un día al mes o uno cada dos meses, como los
zagalillos. Estos serán los que menor jornal cobren, un real y medio, los que
menor jato recibirán por semana (1 panilla de aceite y 16 libras de pan),
los que menos ovejas de salado obtengan al año y los que menos descanso
disfrutarán, un día cada dos meses. En cuanto a las cantidades acostumbradas de
garbanzos y patatas de siembra, aunque aparecen en el apartado de los
zagalillos, suponemos que incluía a zagales y hombres.
Desconocemos
por ahora si estas peticiones de pastores fueron oídas y aceptadas por los
patronos —en este punto sería más que interesante conocer en qué grado esta
propuesta de convenio colectivo supone una mejora respecto a las condiciones de
trabajo anteriores, por lo que de nuevo abrimos la ventana y echamos el pregón
por si algún conocedor o conocedora del asunto se presta a iluminarnos sobre el
particular—, pero es innegable que la pastoral está organizándose, debatiendo
en asambleas y proponiendo condiciones a los patronos. Si alguna vez se hiciera
un estudio sobre la lucha obrera en Torrecampo, esta hoja reivindicativa de los
pastores sería imprescindible documento de referencia.
No
olvidemos que las Peticiones de Pastores aparecen
entre las hojas del registro de socios de una organización de izquierdas, de un
sindicato obrero cuyos miembros son conscientes ya de pertenecer a un grupo
social (proletariado) y a un gremio profesional que exige mejoras en los
jornales y en las condiciones de trabajo; conscientes de que han de unirse en
su lucha reivindicativa, de que la solidaridad obrera dará sus frutos,
justamente porque la colectividad tiene mayor fuerza, mayor capacidad de
negociación que la individualidad y los egoísmos particulares; conscientes
también de que esa llama de la lucha colectiva no es un hecho aislado, sino que
ha prendido en toda Europa con el nombre de Segunda Internacional. Tiempos
épicos, de heroico compromiso, de resistencia, de fuerte concienciación
política, de lucha activa por el socialismo.
Dejamos
a la imaginación de lectoras y lectores, y a su conocimiento del pasado, el
representarse a lo vivo la vida de estos de estos hombres, de estos zagales, de
estos poco más que niños, pastores con frío y con ventisca, en madrugadas de
escarcha y estrellas fulgurantes, en noches negras con aullidos en torno a la
majada; adormecidos por el sopor, mimetizados a la sombra de un chaparro en un mediodía
sofocante de julio, cuando pega el solano y estriden las chicharras;
pastoreando despaciosos entre la niebla; días enteros sin articular palabra,
solo chiflidos a la piara y órdenes al perro; en días de chozo y lumbre, de
lluvia y contornos difuminados.
Imagínense,
reconstruyan también para sí la figura de estos pastores, su ropa y su calzado,
la cayada, el zurrón, curtidas las manos en mil faenas, curtido el rostro por
los cuatro vientos; su hablar cerrado, campesino, elemental; su saber en
hierbas y nubes, en pájaros y en tormentas. Consideren también la pobre
felicidad que podía dar su oficio.
Y
acabemos estas líneas rindiendo merecido homenaje a estos pioneros que un día
decidieron unirse y poner de manifiesto, por escrito, sus exigencias a los
patronos, a los grandes propietarios de la localidad. Nuestro reconocimiento
también al anónimo escribiente, ignoramos si hombre, zagal o zagalillo, que fijó
para la posteridad la voz, las palabras, el espíritu reivindicante de sus compañeros.
Salud,
socialismo y república.
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